SOPHIE
¡Oh! Qué alegría es despertar enredada entre sábanas y entre las extremidades del hombre que casi te hizo enloquecer de placer la noche anterior. Con las gruesas cortinas del hotel bloqueando cualquier indicio de si el sol había salido, tuve que usar mis manos para buscar a ciegas mi teléfono en la mesita de noche para verificar la hora.
Cuando lo encontré, el número "3:02" parpadeaba en la pantalla.
Sentí alivio incluso antes de darme cuenta por qué.
La noche aún no había terminado.
Me recosté, acurrucándome aún más cerca de la fuente de calor a mi lado en la cama. Me sonrojé al recordar lo sucedido anoche. Era difícil no recordarlo, especialmente cuando el aire todavía contenía los restos de la pasión que me llenó por dentro y por fuera.
En otras palabras, la habitación olía a sexo... crudo, apasionado y francamente sucio.
Una lenta y satisfecha sonrisa curvó mis labios mientras me estiraba, sintiendo ese delicioso dolor que se extendía desde mis extremidades hasta el centro m