Estoy en la facultad presentando un examen que, a mi parecer, está asqueroso. Estudié toda la noche para este examen, pero, por alguna razón, no logro concentrarme. De un momento a otro, mis pensamientos se desvían hacia Eliot, la persona que me regaló alegría por un tiempo. Cómo te extraño. Una lágrima cae de mis ojos, y de inmediato la quito para que nadie la vea. Pero es tarde: el profesor lo nota.
—¿Por qué llora, señorita Luz? ¿Le parece tan complicado mi examen que tiene que llorar? —pregunta con ironía.
Todos los alumnos me miran y se ríen. M****a, quiero que me trague la tierra.
—No, profesor, ya me falta poco —respondo con una sonrisa falsa y vuelvo a concentrarme en el examen.
Veinte minutos después termino, salgo disparada sin esperar a mi amiga, tomo mis cosas y, sin pensarlo, detengo un taxi.
—¿A dónde la llevo?
—Al cementerio.
Tengo que hablarte, tengo que estar cerca de ti, Eliot.
Llego al cementerio y busco su tumba entre las muchas que hay. Cuando estoy frente a ella,