Adam
No puedo creerlo, no puedo creer que Luz se haya escapado y, para colmo, se haya drogado. Tengo tanta ira, pero juro que esa muchachita me va a escuchar mañana.
A la mañana siguiente, me levanto y me doy un baño antes de ir a la habitación de Luz. Cuando entro, no la veo en la cama; está en el baño vomitando. Me apresuro a sujetarle el cabello y dejo que lo saque todo. Cuando termina, se sienta en el suelo, y veo su cara pálida.
—¿Mejor? —le pregunto, y ella asiente. —Báñate y arréglate. Tú y yo tenemos una charla pendiente —le digo y salgo sin agregar nada más. Dios mío, dame paciencia.
Cuando baja, se sienta a desayunar tranquilamente. Al terminar, le digo que la espero en mi despacho. Entra y le indico que se siente.
—¿Sabes que lo que hiciste ayer estuvo mal, Luz? ¿No es así?
—Sí, estuvo mal.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste?
—Quería divertirme.
Doy un golpe en la mesa y me levanto furioso.
—¡¿Drogándote?! ¿A eso le llamas divertirte? —La tomo fuerte de los brazos, pero ella