La noche ya comenzaba a caer cuando Valeria llegó a la biblioteca, con el corazón golpeándole en el pecho como un tambor frenético. La mansión parecía estar vacía en ese momento, la luz tenue de los candelabros parpadeando en el pasillo largo y oscuro, como si también tuviera miedo de lo que sucedería. Se detuvo un instante antes de entrar. ¿Qué estaba haciendo? ¿Realmente podía confiar en el guardia? Había algo inquietante en su mirada, algo en su tono que no podía descifrar del todo.
Sin embargo, la intriga la empujaba. Tenía que ver por sí misma.
Abrió la puerta de la biblioteca con cuidado, asegurándose de que no hiciera ruido. Dentro, el aire estaba frío, y el olor a libros viejos y madera no era del todo reconfortante como la primera vez. La luz de la luna entraba a través de las ventanas altas, bañando las estanterías en un brillo plateado. La mansión nunca había estado tan callada, tan llena de secretos a punto de ser revelados.
La puerta detrás de la biblioteca.
Recordó las p