El guardia la observó en silencio, sus ojos duros como piedra, pero Valeria no se apartó. Había dado un paso arriesgado, y ahora debía esperar una respuesta, cualquier respuesta que la acercara más a la verdad.
Hubo una pausa, una que se alargó más de lo que Valeria hubiera querido. Pero en algún lugar, detrás de esa mirada indiferente, algo pareció cambiar. El guardia, con una leve inclinación de la cabeza, susurró:
—No sé mucho. Solo sé lo que he visto… lo que he oído. Pero te voy a advertir algo. —Hizo una pausa, mirando hacia ambos lados del pasillo para asegurarse de que nadie los observaba. —Si sigues hurgando en eso, será lo último que hagas aquí. Este lugar… no es tan fácil de escapar. Y no solo por las paredes.
Valeria sintió que su corazón se aceleraba. ¿Qué estaba insinuando?
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, forzando calma en su tono, aunque su mente ya había comenzado a formular todas las posibles implicaciones.
El guardia se acercó un paso más, con la cabeza ligera