Los pasos se acercaron con una calma inquietante, resonando en el suelo frío de piedra del sótano. Valeria, con el pulso acelerado, apenas se atrevía a moverse. La figura, ahora más cerca, se detuvo. Había algo en su postura que la hizo estremecer, como si ya supiera que alguien más estaba en el lugar. Valeria contuvo la respiración, deseando fundirse con las sombras.
De pronto, una voz suave y casi cortante rompió el silencio.
—Sé que estás ahí. —La voz era grave, autoritaria, pero también había un tinte de cansancio en ella. Valeria no podía precisar de inmediato quién era, pero algo le dijo que no era Alexandre. ¿Alguien más?
Se quedó completamente inmóvil, sin atreverse a responder. ¿Cómo sabía que ella estaba allí?
La figura comenzó a caminar en círculos, como un depredador que olfatea su presa. El eco de sus pasos se multiplicaba en las paredes del sótano, creando un ambiente aún más opresivo. Valeria pensó en salir corriendo, pero el lugar estaba lleno de recovecos y estantería