El frío mordía la piel, pero Valeria no lo sentía.
Solo escuchaba los pasos de Alexandre acercándose… cada vez más.
El niño escondió la cara en su cuello.
Su respiración temblorosa era lo único que la mantenía consciente.
Un paso.
Otro.
Otro.
Alexandre se detuvo justo al lado del camión donde ella estaba escondida.
Valeria apretó los dientes para no soltar un gemido.
Podía ver su sombra proyectada en el suelo, estirada por la luz de la farola.
Podía oler su perfume.
Ese aroma oscuro que conocía demasiado bien.
—Está cerca —dijo él, con voz baja, casi un murmullo—.
Lo siento.
Valeria cerró los ojos.
El niño se agarró más fuerte.
Alexandre dio un paso hacia la parte trasera del camión.
Dos pasos más… y la encontraría.
Pero un ruido rompió el silencio:
una puerta golpeada por el viento.
Alexandre giró la cabeza rápidamente hacia la plaza.
—Revisen ese lado —ordenó.
Sus hombres se dispersaron.
Y él… dio media vuelta.
Valeria no respiró hasta que escuchó el motor del convoy alejarse unos m