Capítulo 5

Tenía una misión.

Algo tan importante que no podía ser dejado a nadie más.

Sentía la adrenalina corriendo por mis venas, no iba a perder, no en esta ocasión.

Mi respiración se encontraba acelerada, mientras los nervios comenzaban a invadir mi cuerpo. Podía sentir mi corazón latir con fuerza ante la ansiedad a la que me estaba sometiendo.

Nunca encontrar que ponerme había sido tan difícil.

Lo que mi hermana había empacado para mí era bastante simple, nada muy reluciente ni elegante. Pantalones, camisetas, camisas y una que otra falda. No existía un vestido entre ellos.

Era bastante deprimente.

No sabía cómo había sido mi vida antes del accidente, pero mi armario dejaba evidencia el estilo de vida que había llevado.

Claro que todo sería mucho más sencillo de haberme negado a acompañar a Hannah en primer lugar. Ahora la misión imposible estaba a punto de terminar con mi paciencia.

Una idea cruzó por mi mente. Según lo que Hannah me había comentado, todo seguía igual desde que me marché, así que mi antigua ropa seguramente estaría ahí. Comencé a caminar hacia el ropero, un poco temerosa por lo que ahí me encontraría. Si mi habitación parecía sacada de película de terror ¿Qué me esperaba del armario?

Sin embargo, mi sorpresa fue mucho mayor de lo que esperaba. Prendas elegantes y muy bien cuidadas, colgaban del armario. Colores llamativos, sobrios, neutrales. Telas suaves, de lentejuelas y elegantes. El sueño de toda chica promedio. Debía admitir que mi antiguo yo tenía un gran estilo.

Alguien mantuvo todo en mi habitación en perfecto estado, pues no había ni una mota de polvo en todo el lugar, pensé con una gran sonrisa cubriendo mi rostro.

Comencé a buscar entre los vestidos, necesitaba algo bonito y que además me sirviera. No sabía que tanto había cambiado mi cuerpo desde entonces, pero debía encontrar alguno que quedara perfecto para la ocasión. Era importante para mí lucir bien, aunque no sabía muy bien las razones.

Era como un instinto el que me obligaba a seguir buscando.

—¡Eureka! —No pude contener la emoción y grité con fuerza al encontrar el vestido perfecto.

Era corto, la parte superior se ajustaba perfectamente a mi silueta. La pequeña falda del vestido era un poco más suelta y caía con gracia. Me sorprendió un poco el notar el inmenso escote en mi espalda. Su color era negro intenso abajo y justo arriba tenía una tela con transparencia de brillos que le daba un toque de vida. Noté con gran satisfacción apenas me lo probé, que me quedaba perfecto.

Sentía que era el vestido perfecto para la ocasión y me sentí orgullosa de mí misma por ese logro.

Mi hermana había dicho que pasaría por mi habitación en media hora y ya había perdido al menos diez minutos buscando el vestido. Tomé una ducha corta, lamentándome no poder quedarme más tiempo bajo el agua. Tanto fue el apuro, que salí de la ducha sin haberme secado bien, al punto de casi caerme por el charco que yo misma había creado. Estaba nerviosa y entusiasmada, pues sería la primera vez que saldría después de todo este tiempo.

No creía ser fanática de las fiestas, pero todo este tiempo encerrada en la mansión estaban empezando a cobrarme factura. Necesitaba divertirme y distraerme un rato.

Al momento de arreglarme el rostro y mi cabello, las dudas me atacaron sin piedad. Si, quizás en mi pasado sabía mucho de moda, pero en ese instante no podía recordar ni para que servía cada producto de mi bolso.

Me apresuré a colocarme el vestido, luego pensaría que hacer con el desastre que era mi corto cabello. Justo cuando estaba colocándome unos zapatos de tacón bajo, plateados y brillantes, escuché que llamaron a la puerta.

—¡Voy! —Grité.

Al abrir la puerta, sentí como me congelaba lentamente, la sonrisa desapareciendo de mi rostro. Mi madre se encontraba del otro lado, luciendo imponente en un traje blanco de dos piezas. Admiraba la belleza de mi madre, si la viera en la calle jamás imaginaría que tendría tres hijos. Siempre se veía bien, como si en cualquier momento fuera a cruzar una pasarela.

—Buenas noches, Alissa. ¿Vas a algún lado? —Dijo en tono severo, demasiado serio como para no ponerme nerviosa.

—Hannah me invitó a acompañarla a una fiesta. ¿Hay algún problema? —No pude evitar el matiz altivo en mi voz. Mi madre era imponente, pero yo ya no era una niña.

—Ah, claro. Hannah no puede dejar pasar una fiesta sin asistir—rodó los ojos con fastidio—. ¿Realmente crees que sea conveniente dada tu... condición?

—¿Mi condición? Quizás no recuerde nada, madre, pero eso no me impide salir a divertirme con mi hermana.

—No te lo impide, por supuesto —Accedió, como si estuviera hablando con una niña pequeña—. Yo me refería a algo más. ¿Qué crees que suceda si alguien sabe de tu problema? ¿No te das cuenta de que podrían aprovecharse de ti? ¿Meterte recuerdos a la mente, que no podrían estar más lejos de la realidad?

No podía negar que no había pensado en eso.

—¿Y qué sugieres que haga, madre? ¿Me escondo aquí hasta ver si quizás recupero mis recuerdos? —Le espeté, un poco agresiva. Por alguna razón, no podía evitar ser áspera con mi madre. Me sentía a la defensiva, expuesta ante su severa mirada.

—No es una mala idea, pero no. Solo te pido que intentes que nadie se entere de esto, Alissa. No voy a volver a pagar por tus platos rotos. Imagina todo el escándalo que podría causar.

—Está bien —Accedí, aunque cualquiera podría notar que fue de mala gana.

—¿Qué? —mi madre se veía impactada.

Casi suelto una gran carcajada escuchar el tono incrédulo de su grito. En ese momento, entendí muchas cosas. Mi relación con mi madre nunca había sido del todo pacífica.

Podía imaginarme, mucho más joven, justo donde hoy me encontraba parada, gritándole a mi madre que nunca jamás haría lo que ella quisiera.

Mi instinto me gritaba que ella y yo no éramos las mejores amigas. Sabía que Charlotte Hart era una mujer manipuladora y orgullosa, pero eso podía notarse solo con verla.

—Nadie va a notarlo, no mientras pueda evitarlo. ¿Eso te deja más tranquila? —Dije intentando bajar mi altanería y mi altivez, intentaba sonar tranquila.

—Supongo que sí —No parecía poder creerse mi actitud, cosa que me resultó extraña. Entendía que no era una buena relación, pero por su comportamiento podría decirse que estaba acostumbrada a que le diera guerra—. No puedes salir así. Necesitas maquillaje y hacer algo con ese cabello.

—No recuerdo nada de eso—Confesé, muerta de la vergüenza.

—Supongo que puedo ayudarte con eso.

Al momento en que Hannah asomó su cabeza en la habitación —veinte minutos tarde— Yo ya me encontraba lista, y además debía admitir, que me veía impresionante. Mi madre me había hecho un peinado semi recogido, dejando en mi cabello pequeñas ondas, dos grandes mechones a cada lado enmarcaban mi rostro, me hacía lucir atractiva. Mi maquillaje era bastante suave, pero resaltaba mis ojos de una manera elegante y atractiva. Mis labios tenían un suave brillo rosa. Después de todo, Charlotte Hart fue una modelo muy reconocida, no era de extrañar que supiera arreglar cualquier desastre de mujer, como lo era yo.

—¡Vaya! Te ves hermosa, Al —mi hermanita lucía un vestido azul, sin mangas. Era bastante más corto que el mío, y eso ya era decir mucho. En el cuello tenía unas decoraciones brillantes. Sus tacones me causaban vértigo, tanto que llegué a preguntarme si no se caería luego de un par de copas.

—Tu luces de maravilla, Hanny —El diminutivo salió solo, pude notar con gran sorpresa el ligero brillo de las lágrimas en los ojos de mi hermana—. Oye, siempre que me ves estás llorando. ¿Tan fea soy?

Quise bromear un poco, para aligerar el ambiente.

No me gustaba que ella llorara, sentía como si una parte de mi sufriera al verla triste. Había cierto instinto en mí, de protección hacia Hannah.

Quería protegerla.

—Tu solías decirme Hanny... Perdona, estoy muy emotiva últimamente.

—Puedo notarlo. ¿Estás lista para irnos?

—Si, claro. Hasta luego, mamá —Dijo recuperando la compostura.

—Cuídala bien, Hannah —Ambas mujeres compartieron una mirada cómplice. Sentí que me estaba perdiendo algo, pero no le di demasiadas vueltas. Hannah y yo salimos de mi habitación, rumbo al estacionamiento privado de la mansión.

Había cinco automóviles en el estacionamiento, noté con sorpresa. Una camioneta bastante grande, blanca, estaba justo en el medio. En esa habíamos llegado y por alguna razón, yo había creído que solo teníamos un vehículo. Me sentí un poco ilusa. Hannah se dirigió, sin detenerse ni titubear, junto a un hermoso auto deportivo rojo. Relucía, brillante y llamativo. Se notaba que tenía los mejores cuidados.

—Es un Lamborghini, último modelo —me explicó al ver que me había quedado anonadada admirando el automóvil—. Fue mi regalo de cumpleaños. ¿Te gusta?

—Es hermoso. Un poco peligroso, si me preguntas.

—Eso es lo que lo hace divertido, Al —Mi hermana me dirigió una mirada divertida, justo antes de abrir la puerta del convertible y entrar al auto.

Siguiendo su ejemplo, aunque un poco reticente, me dirigí al lado del copiloto. Sentía los nervios a flor de piel, mis manos temblaron ligeramente al ajustarme el cinturón de seguridad. Debía admitir que a veces, cuando realizaba movimientos bruscos, mi cuerpo dolía un poco, quizás solo quería fingir que ya las consecuencias del accidente quedaron el pasado, pero esos dolores solo gritaban que no estaba tan perfecta como a veces quería demostrar.

El viaje a la discoteca fue increíblemente corto, al parecer mi hermana se sabía el camino de pies a cabeza. Incluso llegó a asegurarme que podría llegar allí con los ojos vendados. Quise pensar que Hannah no había puesto a prueba eso último.

Mi hermana parecía la reina del mundo, al momento de cruzar las puertas de la discoteca, ignorando a las demás personas en la fila. Ni siquiera titubeó al ver a los dos grandes gorilas a los lados de la puerta, vigilando la entrada.

—Ella viene conmigo, Mike. Te presento a mi hermana mayor, Alissa. Espero que le enseñes la amabilidad oculta que todos sabemos que posees o te las verás conmigo —le guiñó un ojo al portero. Me impresioné un poco al verlo, parecía medir más de dos metros, sus musculosos brazos me aterraban, además de la cicatriz marcando su rostro completaban el aspecto atemorizante.

—Es un gusto conocerla, señorita. No dude en recurrir a mí, si alguien la molesta ahí adentro. Soy Mike —El gran portero sonrió, parecía una buena persona, bastante amable y amigable. Me cayó bien, a pesar de su aspecto.

Yo no era nadie para juzgar como los demás lucían.

—El gusto es mío. Agradezco mucho el ofrecimiento, señor Mike.

—¡Ay! Ya no seas tan formal. Vamos a adentro. Buena charla, Mike —dijo mi hermana, segundos antes de tomarme con firmeza por el brazo y guiarme hasta dentro del local.

La música me envolvió apenas cruzamos la entrada. Debía admitir que el ambiente no se sentía nada pesado, todo era ligero y agradable. Algunas personas bailaban en el centro de la discoteca, parecían disfrutar del baile y la música, de la compañía y las bebidas. Los demás se encontraban en los apartados, pequeñas mesas y sofás colocados estratégicamente alrededor de la pista. Los mesoneros, vestidos elegantes con sus camisas blancas y chalecos negros servían por todo el lugar, camuflajeados entre las personas.

—¿Te gusta, Al? Este es mi sitio favorito de todos. Siempre se consiguen personas de lo más interesantes —me guiñó un ojo con coquetería, bailando apenas escuchó la música.

Mi hermana parecía otra persona, pensé para mis adentros. Hannah era alegre y sensible, pero ahorita la persona que estaba viendo era una muy segura de sí misma. Alguien que sabía que era sexy y no dudaba en utilizar sus dotes.

—Es mucho más agradable de lo que pensaba —le sonreí. Tenía que elevar un poco la voz para hacerme oír por encima de la música.

—¿Ves esa mesa de allá? —señaló uno de los apartados, uno repleto de personas que lucían como tiburones dispuestos a criticar a cualquiera que pasara por su lado—. Ahí están mis amigas, estaré por ahí. ¿Quieres venir?

—Uhm, gracias, Hanny, pero no. Iré a la barra a pedirme alguna soda. No te alejes mucho —La advertencia era clara en mi voz.

No es que tuviera algo en contra de las amigas de Hannah, pero quería evitar a las personas todo lo posible, al menos hasta que lograra adaptarme al ambiente y no sentirme como un payaso tenso.

—Vale. Si me necesitas ya sabes dónde estoy. Y si quieres irte solo avísame ¿Sí? —Hannah no parecía muy dispuesta a dejarme sola en un lugar desconocido, pero la fiesta la llamaba y ella parecía incapaz de ignorarla.

—Ve —Le di un pequeño empujón travieso. Apreciaba que no quisiera dejarme sola, sin embargo, no entendía para que me invitó con ella, si iba a estar con sus amigas.

Al final, Hannah se retiró, contoneando sus caderas y saludando a todo aquel por el camino. Negando con la cabeza, me encaminé hacia la barra. Podía aguantar un par de horas sola, intentaba convencerme de ello al menos.

El barman era muy guapo, me guiñó un ojo apenas me vio acercarme a la barra. Ofreciéndome todo tipo de bebidas, por invitación de la casa. Tuve que negarme, convencida de que lo máximo que bebería sería una gaseosa. No quería que Adam se enfadara conmigo. Las bebidas alcohólicas estaban prohibidas hasta nuevo aviso.

Alguien se sentó en el taburete más cercano a mí. Su perfume inundó mis fosas nasales, atrayéndome de inmediato. Bosques y cigarros, sólo en eso pude pensar al olfatearlo. Lo observé por el rabillo del ojo, quedando impresionada ante tanta belleza. Ese hombre era el ser más guapo que hubiera visto en toda mi vida, al menos desde que había despertado. Tenía una ligera barba, su cabello castaño estando un poco largo, le daban el toque de descuido que de alguna forma lograba atraerme mucho más.

Noté, para mí satisfacción, que él también me observó.

Pidiendo una bebida al barman, que, al notar mi interés en el recién llegado, se apartó un poco, reconociendo la derrota.

—Hola —No pude contenerme y saludar al hombre que se encontraba a mi lado.

—Hola... ¿Qué la trae por aquí, señorita? —Su voz era como el canto de los dioses, tan baja y ronca. Sin duda me sentía atraída por él. Cautivada.

—Estoy acompañando a mi hermana, aunque al parecer hay cosas más interesantes para ella —Comenté al ver a Hannah bailando muy cerca de un chico.

—No me refería a eso, pero si quieres jugar, no tengo problema en seguirte la corriente.

¿Jugar? Pensé, un poco confundida.

No entendía a que se refería. Aunque una parte de mí se sentía un poco renuente a quedarse en ese lugar, la otra parte me rogaba quedarme un poco más, hablar con él.

—¿Y qué le trae a usted por acá? —Ignorando el extraño comentario, logré acercarme más. Mi pierna desnuda rozó la dura tela de su pantalón, haciendo un pequeño contacto que me dejó deseosa de más.

—Vine a la ciudad por un contrato. Una disquera está interesada en nosotros.

—¿Disquera? Eso quiere decir que eres músico.

—Brillante deducción —Su sonrisa fue mi perdición, aunque sabía que se estaba burlando de mí—. Pertenezco a una banda, los Red Stone. Yo soy el vocalista.

Mientras más hablábamos, más nos íbamos acercando. Estaba tan cerca de él, que podía ver el interés en los ojos del aún desconocido. La atracción y la tensión siendo palpable en el ambiente. Nos miramos a los ojos, fijamente, por largos segundos. Por un momento, logré olvidarme de todo. Era como si no existieran personas a nuestro alrededor, como si el accidente jamás hubiera ocurrido. Todo quedó en nada apenas nuestras miradas se conectaron.

—¿Cuál es tu nombre? —Pregunté en un susurro bajo, bajo la hipnosis de sus ojos.

—¿Cuánto tiempo más quieres fingir que no me conoces, Alissa?

¿Qué?

¡Alerta, alerta! ¡Peligro, peligro!

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