No podía abrir los ojos, sólo era consciente del dolor que sentía y del malestar que embargaba mi cuerpo. Al principio me lo tomé con calma, quizás, si me quedaba quieta el tiempo suficiente, lograría disminuir aquel incesante dolor en mi cabeza, sin embargo, pasados los minutos me desesperé al sentir que aumentaba.Tampoco podía moverme, un dolor punzante atravesó mi cuerpo, apenas hice el amago, paralizándome en donde estaba. No me sentía capaz de siquiera mover mis manos y llevarlas hacia donde creía que estaba el causante de mi malestar.Tenía que obligarme a reaccionar, abrir los ojos, levantarme y con algo de suerte, encontrar algún analgésico que me ayudara con el dolor que me embargaba. De alguna forma, sabía que no se iría solo, así que una aspirina me vendría más que perfecto.Mi vista se encontraba desenfocada, solo veía el blanco de una habitación, algunos materiales desconocidos para mí, una gran puerta de color gris y una extraña máquina que producía un incesante y moles
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