La atmósfera del Velvet Club, cargada de humo, alcohol y ritmos electrónicos pulsantes, se intensificó con la inesperada aparición de Rodolfo Perales en la zona VIP donde Leonardo y sus amigos intentaban evadirse de sus respectivas realidades. La sonrisa de Rodolfo, dirigida principalmente hacia Leonardo, destilaba una mezcla de triunfo y burla que crispó los nervios del heredero Santini.
Rodolfo, con su habitual desenvoltura, se acercó a la mesa donde Leonardo, Juan Carlos y Fernando compartían sus frustraciones masculinas. Su presencia, alta y atlética, irradiaba una confianza que parecía diseñada para incomodar a Leonardo.
—Qué tal, amigos —saludó Rodolfo, su voz ligeramente más alta de lo necesario para asegurarse de captar la atención de todos. Su mirada se detuvo un instante en cada uno, pero su sonrisa odiosa se centró en Leonardo.
Juan Carlos, siempre dispuesto a mantener la paz (o a disfrutar del drama ajeno, según el caso), respondió con una cortesía forzada. —Rodolfo. Qué s