A Máximo se le hizo extraño que Lady Adams no hubiera acudido esa mañana a saludarlo y ver como seguía. Ciertamente se encontraba mucho mejor y todo gracias a sus cuidados. Sonrió con solo recordar esas mejillas rosadas, en cuanto solucionara todo no cabría duda de que volvería para pedirle a su hermano cortejarla.
Se levantó de la cama y se sorprendió al sentirse más fuerte, en el pasillo podía escuchar los sollozos de una joven y temió que fuese ella. Abrió la puerta y se encontró con ella y su hermano, quien la consolaba por algo mientras que se limpiaba rápido las lágrimas.
Máximo frunció el cejo al ver a esa pequeña llorar.
¿Sucede algo malo? — preguntó alarmado.
—Estaré abajo.
Rin se despidió de su hermano sin dedicarle ni una sola de sus miradas e incluso una sonrisa como de costumbre y esto lo alteró.
Arthur se detuvo delante de él y ambos volvieron a la habitación. Máximo se cruzó de brazos esperando a que ese hombre hablara, la verdad los misterios no le gustaban, prefería q