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Contemplaba con horror las marcas en sus manos que fueron a causa de los grilletes, su rostro pálido y demacrado, pero sobre todo los labios partidos, eran sin duda marcas de algún tipo de tortura. No quiso ni imaginar el dolor que debió sentir e incluso la fuerza de voluntad que tuvo para sobrevivir.

Pasó la yema de sus dedos por su frente pero en el instante que ellos lo rozaron, una mano interceptó la suya en el aire. Entonces ella vio la profundidad de sus ojos dorados y se sumergió en ellos.

¿Quién es usted? — preguntó en tono apagado pero severo.

Sin soltar a la joven, Máximo se llevó una mano a la cabeza, todo le daba vueltas en la cabeza y lo único que pudo recordar era la cara de Arlen y el tal Arthur. Ellos lo habían sacado de esa pocilga donde había estado por tres años, por fin era libre y le haría pagar cada una de todas las que su miserable primo le había hecho a él y al resto de todos los que se cruzaron en su camino.

¿En dónde estaba? Y sobre todo ¿Quién era esa pequeñ
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