- ¡Auch!.
Dejó caer las pinzas, al sentir el pinchazo en su dedo.
Miró como la sangre, roja y fresca, comenzaba a resbalar por este, dejando tras de sí, un rastro carmesí.
Se enderezó y tomó una pequeña servilleta para limpiar la pequeña herida, para luego mirar la pieza a medio acabar: por lo visto ese día tampoco la podría terminar.
Restregó su rostro con un mohín de entero fastidio mezclado con hastío, sintiéndose avergonzada nuevamente por no poder controlar sus emociones.
- A este paso, llegará el día del cumpleaños de la señora Lombardi y yo ni siquiera tendré la mitad de su obsequio.- Murmuró entre dientes, mientras sumergia el dedo en un bote de alcohol.
El escozor no se hizo esperar y un siseo bajo brotó de sus labios. Quiso lanzar un taco y maldecir a todo pulmón, lastimosamente, ese no era su estilo.
Miró su dedo con detenimiento y una sonrisa casi tétrica danzó en su rostro.
Si esa pequeña herida se la hubiese infligido cuando aún estaba prisionera en las garras de Fernand