- ¿Señor?, ¿Me mandó a llamar?.- Casandra tocó la puerta y la empujó despacio.
- Entra.- Bastian respondió sin siquiera mirarla.
Casandra entró a la enorme sala de estar, en dónde una chimenea crepitaba al son de las danzantes llamas.
Aunque tenía su propia habitación en la mansión de su nieta, Bastian pocas veces se quedaba ahí y prefería volver a la casa que había comprado incluso antes de la muerte de Larissa.
Se había mudado mucho antes de que esta falleciera, apenas Dorian había hecho su vida lejos de ellos y luego vendió la antigua mansión, pues los recuerdos que albergaba era algo que no deseaba conservar.
En ese lugar fue el hombre más infeliz del mundo y ya no quería vivir atado a un pasado que sólo le había causado dolor y que había llenado su corazón de odio y rencor.
Casandra tomó asiento en el sofá de cuero negro, mientras miraba de soslayo el perfil del mayor, quien se encontraba de espaldas a ella, sentado en una pequeña mecedora, observando las llamas en su intermina