Dorian miraba hacia todos lados con impaciencia, buscando entre aquella marea de cabelleras, a una flameante pelirroja, pero esta no apareció.
Por lo visto ese día había decidido no ir a supervisar el restaurante.
Suspiró decepcionado, dándole un largo sorbo a su café, cuyo aroma y sabor gritaba Casandra a todo pulmón.
Miró la hora en su reloj: las 11:00 de la mañana. Ya se había retrasado 15 minutos y ya comenzaba a impacientarse. La impuntualidad nunca había sido algo tolerable en su entorno.
Echó un último vistazo a todo el lugar con evidente fastidio y fue hasta entonces que notó al hombre que ya tan bien conocía ingresando al lugar.
Alzó su mano para llamar la atención y este no tardó en encaminarse en su dirección.
- Lamento la tardanza señor Lamprou.- El hombre dijo apenas llegó a este.- Pero descubrí información de última hora y no quería entregarle detalles inconclusos.
Dorian asintió, mientras hacia señas a una camarera.
- ¿Deseaba algo más señor?.- La joven preguntó amablem