Capítulo 1: Anomalías
- Prueba de auxiliar número 15 – se escuchó una voz grabe algo cansada que resonó en la habitación.
- Animo muchachos – mencionó una joven pelinegra mientras acomodaba sus gafas – doctor ¿está listo?
- Hm… - contestó esa persona sujetando una aguja e hilo.
- Empiecen a grabar para recopilar datos – ordenó un hombre rubio – doctor, inicie.
De esta manera el doctor comenzó a hacer una sutura quirúrgica en una pechuga de pollo, al mismo tiempo que sus movimientos eran imitados por la máquina.
Los segundos pasaban de forma lenta mientras todos en el lugar observaban con atención los movimientos de ese brazo artificial, ya que el fin de ese experimento era que este se volviera un asistente de apoyo en las operaciones.
Máquina y humano terminaron al mismo tiempo, por lo que el rubio se acercó rápidamente para comparar el trabajo de ambos.
- Esto… - dijo el rubio mirando con detenimiento cada puntada e igual el médico se acercó para ver el trabajo de su mecánico rival.
- ¿Y bien? – preguntó la joven pelinegra.
- ¡ES EXITOSO! – giró el rubio sujetando ambas pechugas al aire.
Todo el equipo se acerca corriendo con una gran sonrisa en los labios para observar y comparar.
Notando que era verdad.
Después de tantas pruebas, fallos y ajustes al fin ese brazo mecánico logró aprender a la perfección los movimientos requeridos para suturar heridas de forma correcta y segura.
- Felicidades mi amor – la pelinegra corrió para abrazar al rubio para darle un beso en los labios.
- Después de meses, al fin tenemos un resultado positivo – comentó uno de los trabajadores.
- ¡Debemos celebrarlo!
- En ese caso vamos a cenar en el restaurante de enfrente – sugirió el rubio.
- ¡SI! - gritaron todos los empleados.
- Pero antes de eso, primero guarden todo el equipo y registren los datos en la bitácora – ordenó mientras entrelaza su mano con la de la pelinegra.
Ellos fueron a una oficina.
Al estar a solas, el rubio arrinconó a su esposa contra la puerta de la oficina.
- ¿Amor? – ella habló un poco confundida, pero rápidamente sus labios fueron atrapados por los de su esposo.
Fue un beso apasionado.
- Felicidades Luciano – susurró ella al separarse del beso, a la vez que acariciaba el rostro de su amado.
- Y todo es gracias a ti, mi amor.
- Je… pero qué dices mi amor, si todo esto es gracias a tu esfuerzo y tu conocimiento que hicieron realidad este proyecto.
- Jazmín, también acepta el crédito porque tu apoyo y conocimiento me ayudaron bastante.
Ella sonrió y se sonrojo al instante por esas palabras.
Con eso volvieron a darse otro beso.
- Oye, qué te parece si después de esa cena con los chicos, hacemos nuestra propia celebración – comentó coqueto tocando de forma provocativa la espalda y cadera de ella.
La pelinegra se sonroja por esa insinuación, pero también correspondió ese acto coqueto de su marido acariciando el amplio pecho de este.
Después de unos momentos románticos, ellos recuerdan dónde están y buscan acomodar sus ropas para regresar al trabajo, porque debían hacer los reportes de los resultados del día.
Jazmín fue a su propia oficina para empezar a redactar su propio reporte.
Al terminar ese informe movió el cursor de su ordenador para abrir un programa especial.
Tras leer los datos dejó escapar un largo suspiro.
“Otra vez falló” – pensó haciendo una mueca, ya que si propio experimento aun no daba algún resultado positivo y eso le frustraba.
Esto la hizo sentirse triste porque de nuevo había acabado en un callejón sin salida, pero busco alejar esos pensamientos pesimistas porque no debía rendirse.
Justo en eso escucho que tocaban su puerta.
- Adelante.
- Jefa ¿ya vio el resultado? – preguntó un joven científico.
- Si, pero tranquilo sé que pronto encontraremos el material ideal para la elaboración de nuestro producto.
- Hm… por cierto ¿va a venir a la cena de celebración?
- Claro que sí ¿Por qué preguntas?
- Es que el jefe ya no está en su oficina.
- ¿Eh? – eso confundió a la pelinegra, quien se colocó de pie para ir a la oficina de su esposo, pero al ingresar solo vio que el asistente estaba organizando unas carpetas en esos momentos.
- Jefa, ¿pasa algo?
- ¿Y Luciano?
- Salió rápidamente.
- Que… a… ¿A dónde fue? - preguntó confundida.
- ¿No te dijo?
- Am… no…
- Eso es raro, am… ¿quieres que lo llame? – preguntó preocupado el asistente al ver que ella estaba preocupada.
- Descuida yo lo hago en lo que terminas de acomodar los documentos, porque debes ir con todos a la fiesta.
- Gracias.
Pese a que mantenía la calma por dentro Jazmín estaba algo confundida y un poco desconcertada, porque su esposo no era así.
No era de los que salían así porque sí, sin avisarle a nadie.
Además no tenía lógica que olvidara la cena que él mismo sugirió, ya que siempre celebraban los pequeños logros y avances que tenían en la empresa con respecto a sus proyectos y experimentos.
Trato de llamarlo, pero no le contesto.
Intentó nuevamente, pero otra vez su llamada llegó al buzón de voz.
“Esto es extraño, ¿Qué es tan urgente para salir de esta manera?”
Con ese pensamiento en mente le mandó un mensaje de texto.
<< Luciano, mi amor ¿estás bien? ¿Por qué saliste de esa manera? >>
Ella solo dejó escapar un suspiro tras enviar el mensaje y curiosamente unos minutos después recibió una respuesta.
<< Perdón amor, surgió algo importante, discúlpame con los demás, nos vemos en la casa >>
Eso la extraño, pero solo dejo escapar un suspiro y guardo su teléfono.
Con eso Jazmín buscó sonreír para ir con todos los trabajadores a celebrar en el restaurante cercano.
Durante la celebración, el celular de la joven volvió a sonar.
Ella pensó que era un su esposo avisando que estaba de camino al restaurante, pero era un mensaje de un número anónimo.
Curiosamente era una imagen…
Una imagen algo ambigua ya que solo eran dos manos entrelazadas.
Podría haber sido una imagen random… de no ser porque la mano del hombre llevaba un anillo de bodas… anillo que hacía juego con el que ella usaba.
Antes de que lograra asimilar lo que estaba pasando, el mismo número le mandó un mensaje de texto.
<< Espero que hayas disfrutado de la felicidad momentánea, porque ya regrese para recordarte que tú no tienes permitido ser feliz >>