88. Magia
Esa tarde, Alexander le había pedido a Emely que cuidara a los niños por un rato. Aunque no se había recuperado por completo, él daba la impresión de que los disparos no le afectaron en absoluto. En total silencio me llevo hacia el botánico de New York.
Segun el seria una breve visita al jardín botánico que él había reservado para ese día, no tenía por qué parecer una cita juvenil, pero él lo convirtió en una.
Experimenté la brisa fresca proveniente del lago, a pesar de ser de origen artificial. Mientras Alexander maniobraba con los remos, sentía en mi rostro la suave brisa recreada con gran naturalidad. Su silueta se destacaba frente al cielo azul que se divisaba a través de los ventanales del techo de cristal de la cúpula. No quise evitarlo, pero por un momento me permití simplemente disfrutar del silencio. El sonido suave del agua y del latido de mi corazón de aceleraba. Después de un rato finalmente Alexander logro colocarnos en el centro del lago. En ese pequeño bote que parecía