Al llegar a la residencia de los padres de Alexander, nos detuvimos frente a la preciosa vivienda de diseño victoriano. Observé con admiración su sofisticada fachada de un blanco suave que resplandecía bajo los rayos del sol.
En el jardín delantero, se alzaba con majestuosidad la escultura de una mujer tallada en mármol, rodeada de flores multicolores que parecían moverse al compás de la suave brisa. El extenso jardín, con sus senderos frondosos y arbustos cuidadosamente recortados, resultaba un deleite para los sentidos.
—Niños ¿Recuerdan lo que mami le dijo?
—Que no rompamos nada. —Alejandro respondía emocionado al ver la casa.
—Y que no pintemos las paredes. —Anastasia susurraba suavemente.
—Que no hagamos travesuras. —Rio de manera risueña Alejandro siendo seguido por el ladrido de cookie como si quisiera responder.
Mis hijos eran mi adoración, aunque a veces se comportaban como un remolino en miniatura, especialmente Alejandro. En cierta ocasión, le pintaron la cabeza a Michae