Aunque lo más probable es que Elise no note que estoy cubierto de sangre, me ducho y me quedo en su habitación, hablándole de todo lo que hice a los desgraciados que se atrevieron a meterse con la manada.
Porque, a pesar de que a Elise no le agrade el uso de la violencia, sé ahora que prefiere usarla a ser víctima de un desgraciado como Nate. Suspiro profundo, porque el solo pensar en ese bastardo m e dan ganas de acabar con el mundo humano e incluso, el celestial.
Sin embargo, soy consciente que eso no debo hacerlo, por lo menos, no lo haré si mi hijo y esposa siguen con vida. Así que, me concentro en cuidarlos y eliminar uno a uno la amenaza, porque no tengo pensado dejarlos solo por mucho tiempo.
— Ya estás aquí. — dice Jim.
— Claro que sí, Necesito cuidar de mi esposa e hijo.
— Realmente me sorprendes, Reymond. Esto no es propio de ti, incluso has dejado de lado cuidarte, por cuidar a una mujer que está en coma.
— No es una mujer, es mi mujer, Jim.
— ¿Acaso Baumann te conta