42| ¿Futuras amigas?

Helene se durmió ya entrada la madrugada, cuando el cansancio la venció, y las pesadillas la asaltaron nuevamente.

Soñó con Val, que su voz resonaba por toda la pradera y a Itsac a lomos de Cuervo que corría hacia la voz a toda velocidad, hacia el mar.

Helene montaba a Paloma, pero la yegua era lenta, como si estuviera enredada en aguas pantanosas y el piloto se escapaba de su vista con el caballo azabache que relinchó una última vez mientras ella y Paloma se hundían hasta que el fango las cubría por completo y cuando Helene ya no podía respirar despertó asustada y sudando.

Había dejado el cuarzo sobre la cama, a su lado, y lo aferró con fuerza apretándolo contra el pecho, como si así lograra detener su acelerado corazón.

Apagó la alarma de su celular que fue lo que la despertó y se sentó en el borde de la cama. Cuando recordó el motivo de su malestar, el nudo regresó nuevamente con más fuerza, pero Helene se puso de pie decidida a ignorarlo.

No era la primera vez que era rechaza
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