2| El piloto Itsac Guerrero.

 — ¡Suéltala! — ordenó de nuevo el desconocido y el policía se rio. 

— Serán dos muertos esta noche — dijo y corrió hacia el desconocido para golpearlo, pero él era más rápido y fuerte y en un par de movimientos logró derribar al policía. 

— ¡Ahí están! — gritaron más hombres llegando a la escena, el desconocido corrió, tomó a Helene de la muñeca y la levantó. 

— Tenemos que irnos, ¡Ahora! — Tenía la mano grande y muy cálida, y Helene se dejó guiar por las intrincadas calles hasta que perdieron a quienes los perseguían cerca del mar, en el centro de la ciudad. 

Se detuvieron en una tienda, estaban empapados y Helene miró al hombre, era de unos treinta, con el cabello rubio y los ojos claros, de hecho, era muy atractivo. 

— ¡¿Qué diablos hacía en la parte más peligrosa de la ciudad?! — la regañó él y se sentó en una banca del parque, Helene se sentó a su lado. 

— Es que soy nueva en la ciudad. 

— Con más razón debería de ser cuidadosa — al ver que la muchacha se tensó el hombre bajó el tono de voz — ¿está bien? — Helene asintió, la adrenalina no se le había espantado del todo, pero ya se sentía mejor — que bueno que pasé por ahí y escuché sus gritos. 

— Que intenso fue todo — murmuró Helene metiendo la cara en sus manos y apoyando los codos en las rodillas — nunca me había sentido así de asustada, ni siquiera cuando vi fantasmas en el hotel de mi cuñada, aún estoy llena de adrenalina.

— Los fantasmas no existen — dijo el hombre y Helene no quiso discutir con él — ¿Y no me dará las gracias? — ella lo miró, sus ojos claros estaban puestos en ella de una forma… había visto esa expresión en otros hombres, cuando la deseaban. 

— No sé cómo agradecérselo — el rubio se relamió los labios cuando miró los humedecidos labios de Helene y se inclinó hacia ella. 

— Yo sí sé cómo — cuando Helene notó que el hombre se acercaba sacó la mano y le dio una bofetada tan grande que lo derribó de la banca. 

— ¡¿Qué hace?! — le preguntó ella alterada, aún tenía los nervios de punta y él la miró, sus ojos destellaron con rabia, metió la mano en su saco y sacó una tarjeta. 

— La iba a invitar a un café mañana — Helene sintió que la cara se le enrojeció de la vergüenza. 

— Lo siento, pensé que me quería besar… yo…

— No importa — el hombre se puso de pie, su cara estaba roja — ¿quien quisiera salir con una cabeza hueca como usted?

La hubiera dejado allá en esa esquina y dicho esto se fue y dejó a Helene sola y sintiéndose como una perfecta estúpida. 

Le costó muchísimo dormir esa noche, no solo porque casi muere, si no también por el inicio del curso al siguiente día, logró inscribirse a tiempo. 

Lo único que logró tranquilizarla fue imaginarse entre las nubes, flotando mientras era llevada por el viento sobre las alas de un avión. 

Al siguiente día se vistió lo más decente que pudo y llegó cinco minutos tarde a la charla de iniciación, y justo como lo imaginó, era la única mujer que estaba ahí. 

Un millar de ojos de hombres curiosos se posaron en ella cuando se sentó cerca de la tarima donde un hombre viejito y con traje de piloto les daba unas indicaciones. 

— Como decía — continuó — haremos una prueba de aptitud y de ahí elegiremos solo a cincuenta candidatos que serán los entrenados para unirse a la compañía, de esos cincuenta solo veinticinco serán graduados, deberán trabajar duro y con dedicación si quieren conseguirlo… Ahora, el CEO de la compañía Aeromaya, el piloto con más experiencia en vuelo y el principal instructor que tendrán les dirá unas palabras, el piloto Itsac Guerrero — Helene observó con horror como un hombre rubio y con uniforme de piloto se paró frente a la tarima. Estaba seco y limpio, pero sin duda era el que la había salvado la noche anterior. 

— Bienvenidos todos — dijo y luego la miró directo a los ojos — no se los pondré fácil, esto será un infierno para ustedes — Helene notó que esa amenaza era directa para ella y pasó saliva.

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