Capítulo LXXXI
Clarissa
Rafael me levanta con firmeza, y mis piernas se enredan en su cadera mientras mis manos se aferran a su cuello. Sus manos me sostienen por las nalgas, evitando que caiga, y con paso seguro nos dirigimos hacia su habitación.
La puerta se abre con su pie sin que él me suelte, y al entrar la cierra de la misma manera. Sin perder ni un instante, se dirige a la cama; yo quedo debajo, y él continúa besándome. Sus labios son cada vez más demandantes, más urgentes, mientras nuestra respiración se entrecorta.
Con delicadeza, comienza a retirar mi vestido, dejándome únicamente con la ropa interior. Sus besos recorren mi cuello y mis pechos, y sus manos exploran mi cuerpo con un calor que me hace estremecer. Con habilidad y deseo, me quita el brassier; uno de mis senos recibe su atención con la boca, mientras la otra mano lo acaricia hasta endurecerlo. Mis gemidos llenan la habitación.
Levanto la mirada y nuestros ojos se cruzan; quiero más, quiero sentirlo. Rafael lo perc