Lucrecia y Pri fueron a un día de chicas a la feria. De verdad que se rieron y no tuvieron tiempo de sentirse mal por la humillación que habían vivido en el restaurante. Lucrecia arrastró a su hija a una de las cabinas, se tomaron fotos divertidas y las dos volvieron a funcionar la máquina para que ambas tuviesen su propia línea. Pri le regaló a su mamá la versión seria y elegante de la sesión y Lucrecia aceptó las suyas, la mamá y la hija fueron por dos tarros de palomitas de maíz mixtas, caramelo, mantequilla, las favoritas de Pri, antes de volver a casa.
Lucrecia en su viaje en taxi estaba un poco triste y Pri lo notó. Se sentía avergonzada, ridícula y desilusionada por haber intentado, amar le parecía más una ilusión cada segundo que pasaba se daba cuenta de que no estaba lista y el amor en sí no estaba enamorado de ella.
Cuando llegaron a casa la joven tomó la mano de su hija y le dio las gracias por una tarde de aventuras y más aventuras. En el elev