Capítulo 46. Amigos

Marcelo negó al escuchar aquellas palabras, pero tenía que admitir que Simón tenía el valor para presentarse delante de él y arriesgar su pellejo. Tenía que admirar su sentido de responsabilidad y eso era gracias a los padres que tenía.

—Señores Vidal, no sé ni como dirigirme a ustedes. Ni como reparar lo que Simón ha hecho —expresó Agustín con el rostro mortificado.

—Para lo que nuestros hijos han hecho, se ha necesitado de los dos. No seré intransigente con el muchacho, pero estoy de acuerdo con mi esposa. Una boda en estas circunstancias y solo por el que dirán no me parece lo correcto —respondió Marcelo.

—Pero, no hay otra manera.

—Hay muchas maneras, señora Arteaga. Por el momento, lo más importante es que mi hija y el bebé estén bien. La experiencia que ha vivido no ha sido nada fácil y no quisiera poner más presión sobre sus jóvenes hombros —dijo.

Paloma asintió.

—El bebé, ¿Qué pasará con él?

—No se aflija, señora…

—Llámeme Dulce, por favor —interrumpió la mujer a Paloma.

—Bien
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