La tarde era tranquila cuando Céline y Matthias llegaron a la Mansión Valtieri. El cielo estaba despejado, y la brisa suave acariciaba los árboles altos que custodiaban la entrada. Céline llevaba una blusa crema y jeans claros; Matthias, una camisa de lino con las mangas dobladas. Ambos venían con el corazón liviano después de pasar por la casa nueva y sentir que, finalmente, las piezas comenzaban a encajar.
Al entrar, notaron un vehículo estacionado frente al jardín. Céline lo miró con curiosidad. Matthias se detuvo un instante, frunciendo el ceño.
—¿Lo reconoces? —preguntó ella.
—Me parece familiar, pero… no estoy seguro —murmuró.
Al cruzar la gran puerta de roble, fueron recibidos por el sonido de risas suaves provenientes del salón principal. Al llegar, los ojos de Céline se agrandaron ligeramente. Sentados en los sillones, junto a Clarisse, había una pareja que reconoció de inmediato: Esther y Mariano Corven, los padres de Matthias.
—Mamá… papá —dijo Matthias, visibleme