—Siempre creí que me casaría con ella.
Nos conocimos en el colegio.
Era hermosa… y también lo era su corazón, o eso pensaba.
Cuando describía a mi mujer perfecta, ella se acercaba mucho; era un imbécil completo. —Volvió a llenar su copa.
«Ufff… eso dolió. Aunque sé que ya no siente lo mismo».
—Pero mientras yo estaba pasando mi peor momento, ella se estaba acostando con mi maldito mejor amigo.
—¿Qué? —pregunté, sin poder ocultar la sorpresa.
—El hijo de puta con el que nos llamábamos hermanos.
Nos conocíamos de toda la vida. Se acostaba con mi mujer mientras yo estaba con mi madre en las terapias. —Sonrió con malicia—.
En mi casa. En mi puta cama. Stronzo. —Me miró directamente—.
¿Sabes lo que hice cuando los vi? Les tomé una foto y salí de la casa.
Ni siquiera se dieron cuenta de que había entrado.
—¿Y luego? —susurré.
—Volví a casa y me quedé con mi madre.
Solo se lo conté a Renzo. No sentí nada, te lo juro.
En ese momento solo pensé: debo volver con mamá.
—¿Qué pasó con e