—¿Por qué lo hiciste, Jhon? ¿Por qué has cambiado mi medicina? ¿Por qué me has engañado todos estos años? ¡ME QUITASTE LO QUE MÁS QUERÍA! —mi voz tiembla, y aunque trato, no consigo contener las lágrimas. —¡Porque nunca te he amado! ¡No te amo, Emma! —su voz es fría, distante. Mi mundo se desmorona en ese momento y sé que no puedo seguir aquí. Pero él no va a dejarme ir tan fácilmente. —¡Me quiero divorciar! —No vas a ninguna parte. Eres mía, siempre lo serás, aqui el amor no importa, así que acostumbrate a esto. Es entonces cuándo aparece Damian White, un hombre misterioso, intrigante... pero peligroso. —¿Puedo confiar en ti? —le pregunto, insegura. Él sonríe con una oscuridad en sus ojos que me atrape y me asusta por igual. —Voy a ayudarte a conseguir lo que quieres, Emma, lo prometo. Lo que no sabía es que para Damian yo era solo una pieza más en su juego de venganza. Ya no quiero a nadie. Ya no confío en nadie. Ahora soy parte de una venganza mucho más grande.
Leer másEmma
—Cinco años, Emma. Cinco largos años y aún no has podido darme un nieto. ¿Sabes lo que eso dice de ti?
Las palabras de mi suegra, esa mujer altiva. Ícono temible y envidiable de la sociedad, caen sobre mí como cuchillos afilados haciéndome sentir diminuta..
Siento que mi cuerpo se tambalea de puro agotamiento, pero no solo físico. Es como si cada palabra que sale de su boca tuviera la intención de aplastarme.
—Lo… Lo lamento, no me encuentro bien… —respondo con la voz algo apagada.
Ahora sólo quiero irme. Quiero encerrarme y simplemente olvidar por un momento cómo mi matrimonio parece estar en la cuerda floja.
De solo pensarlo siento que no puedo respirar, pero mi suegra se interpone en mi camino, sus ojos encendidos en cólera.
—No te encuentras bien, nunca te encuentras bien —dice con el tono de crítica que es imposible de ignorar—. Si ni siquiera puedes tener un hijo, ¿qué sentido tiene que mi hijo se case contigo? Le estás robando su oportunidad de tener un heredero, realmente creí que serías una mejor esposa.
Ese nuevo golpe me llega tan fuerte que siento que incluso me tambaleo.
Toma todo de mi morderme los labios para que no me vea llorar de impotencia. ¿Acaso ella cree que esto no es doloroso para mí? ¿Qué yo no quiero tener un bebé?
Respiro hondo, tratando de pensar en cosas buenas, como ,mis sentimientos por Jhon. Mi esposo, y como no quiero ser una decepción. Ni para la familia de él, ni mucho menos la mía.
Mirando a los ojos de mi suegra, le digo:
—Yo... lo estoy intentando, juro que lo he hecho… he estado—trato de explicar, mi voz quebrándose en el proceso, pero Victoria no me deja terminar.
—Intentando. ¿De verdad crees que eso es suficiente? ¿Crees que los rumores de lo mal que va tu vida marital no me ha llegado?—espeta, con un tono de burla evidente—. No puedes controlarlo, Emma. Todos lo saben. Jhon casi no viene a casa. ¡Ni siquiera eres capaz de conseguir que se quede aquí! Una buena esposa sabe cómo mantener a su marido interesado, cómo darle lo que necesita. Pero tú... Tú has fracasado en todos los sentidos.
Cada palabra es como una bofetada, y aunque intento resistir, siento las lágrimas agolpándose en mis ojos. Mis manos se aprietan en puños, pero no tengo fuerzas para defenderme.
—Tal vez si te concentraras en cumplir con tus responsabilidades —continuúa, sus ojos fríos como el hielo—, no tendrías que preocuparte tanto por lo que hace tu esposo cuando no está en casa.
Sus palabras me golpean en lo más profundo. Victoria lo sabe, de alguna manera lo sabe. Sabe que algo anda mal, que Jhon me evita. Sabe que él está fuera de la mayoría de las noches.
Pero lo peor es la forma en que lo dice, como si todo fuera culpa mía. Como si yo hubiera fallado en algo que cualquier mujer debería poder hacer.
Antes de que pueda responder, se da media vuelta y se marcha con un paso firme, dejándome sola en el vestíbulo, sintiendo el peso de su juicio sobre mis hombros.
Me quedo allí, paralizada, luchando por respirar con normalidad, pero cada respiro parece clavarse en mi pecho como una aguja.
¿Cómo llegué a esto?
Con el cuerpo tembloroso, me arrastro hacia las escaleras y subo a mi habitación.
…
—Por favor que sea positivo… Por favor.
Comienzo a contar los segundos mientras mis ojos están fijos en la pequeña barra de la prueba de embarazo. La sostengo entre las manos temblorosas, mi corazón latiendo con fuerza en el pecho.
¡En cuanto tenga a mi hijo con Jhon, todo se solucionará!
—Por favor…
Siento una opresión en el estómago, una mezcla de esperanza y miedo.
Los minutos parecen eternos, y cuando finalmente se completa el resultado, mi mundo se desploma.
Una barra roja brillante.
No estoy embarazada.
Otra vez no.
El dolor me golpea con una fuerza abrumadora, como una ola que me arrastra al fondo de un océano oscuro. Siento que la habitación se vuelve pequeña, que el aire empieza a faltar, y en mi pecho una presión familiar comienza a crecer.
No puedo respirar bien, es como si algo me aprisionara los pulmones. Me doblo ligeramente, tratando de inhalar profundamente, pero el oxígeno no llega. Los dedos se me aferran a la encimera del baño mientras mis pensamientos se desbocan.
—¡¿POR QUÉ NO PUEDO... POR QUÉ?!
Las innumerables pruebas de embarazo de color rojo brillante que tenía en el cajón parecían reírse de mí.
Llevo cinco años intentándolo, cinco años esperando este momento, rogando por un milagro, pues mis estudios muestran siempre que estoy bien, pero aun así no consigo quedar. Y siempre lo mismo.
El silencio del baño se llena con mis jadeos, con el sonido desesperado de mis intentos por controlar la respiración.
Uso todo mi esfuerzo para salir corriendo de ese lugar y me dejé caer en un lado de la cama.
¿Medicina? ¿Dónde está mi medicina?
Busco en el botiquín con manos frenéticas, pero mi vista empieza a nublarse. Siento como mi garganta se cierra.
—Emma, están en el cajón de tu mesita de noche. ¡Acuérdate de tomarlas!
La suave voz de Jhon llegó a mis oídos.
…
Cuando abro los ojos, el techo blanco del hospital se extiende sobre mí.
Mi pecho sube y baja de manera irregular, pero al menos estoy respirando.
Me esfuerzo por girar la cabeza, y ahí está el doctor Wilson, revisando una tabla de registros a mi lado.
Parece preocupado, pero cuando nota que he despertado, su rostro se suaviza un poco.
—Emma, ¿cómo te sientes? —pregunta, con voz tranquila pero profesional.
Respiro hondo, el aire parece entrar más fácilmente ahora, pero todavía siento una opresión en el pecho.
Tuve otro ataque de asma, de hecho hacía años que no tenía uno, y éste casi me mata.
Recuerdo vagamente que tomé el móvil y marqué un número antes de que todo se oscureciera, y después de eso fue un frío helador el que me sacudió.
Me esfuerzo por incorporarme en la cama, aunque la sensación de agotamiento me pesa en los brazos.
—Estoy... mejor, gra… cias doctor Wilson —respondo, pero mi voz suena débil, quebrada.
El doctor asiente y toma asiento al lado de la cama. Lo observa mientras revisa unos papeles, y de repente siento que algo no está bien.
—Tuviste un ataque de asma muy fuerte —comienza a explicar—. Cuando llegaste, tu nivel de oxígeno era muy bajo, y hemos tenido que administrarte un tratamiento de urgencia. Pero ahora estás estable.
El alivio de estar viva es inmediato, pero no puedo evitar que mi mente vuelva al motivo por el que todo esto empezó. La prueba. El resultado. La desesperación. La imposibilidad de concebir.
Me muerdo el labio y dejo que las lágrimas silenciosas empiecen a correr por mis mejillas.
El doctor me mira con preocupación y después de una breve pausa, continúa.
—Emma, tengo que preguntarte algo importante. ¿Has estado tomando las pastillas para el asma regularmente?
Asiento de inmediato, tratando de controlar mi respiración.
—Sí, claro, siempre tomo las pastillas. Lo he hecho todo como me han indicado. Y no he vuelto a tener un ataque de asma en todos estos últimos años. ¿Por qué preguntó así?
El doctor frunce el ceño y extiende una mano hacia mí.
— ¿Tienes contigo el frasco que estabas usando? Necesito ver las pastillas.
Mi estómago se contrae al notar el tono de preocupación en su voz, pero asiento y busco en mi bolso que está junto a la cama.
Encuentro el frasco y se lo paso al doctor. Lo abre con rapidez y mira detenidamente las pastillas.
Luego, sin decir nada, se levanta y sale de la habitación con el frasco en la mano.
El tiempo parece estirarse mientras espero su regreso. Mi mente no deja de dar vueltas.
¿Qué está pasando?
¿Qué le pasa a mi medicación?
No, debe haberse agravado por mi reciente mal humor.
Estaba aprensiva y ansiosa mientras miraba en dirección a la puerta, el segundero del reloj volvía a sonar claramente en mi corazón.
Finalmente, el doctor regresa, su expresión ha cambiado, es aún más grave que antes. Se sienta de nuevo junto a mí y deja el frasco sobre la mesa. No dice nada al principio, como si estuviera buscando las palabras correctas.
—Emma —comienza lentamente—, revisó las pastillas que ha estado tomando. Y debo decirte que estas no son medicamentos para el asma.
Lo miro con incredulidad, el miedo se instala en mi pecho de inmediato.
—¿Qué...? ¿Qué quiere decir? —pregunto con la voz temblorosa.
—... Son anticonceptivos.
DAMIÁN Un año y medio después. La brisa cálida de la tarde acaricia mi rostro mientras miro el pequeño jardín decorado con luces y flores que Beatriz se encargó de ayudarme a montar. La casa está silenciosa, aunque sé que en el interior todos están conspirando para hacer que esta noche sea perfecta. Perfecta para ella. Es curioso cómo, después de todo lo que hemos pasado, este momento me pone tan nervioso. Mi corazón late con fuerza, y las manos me tiemblan ligeramente mientras verifico, por décima vez, que el anillo está en mi bolsillo. Siento una pequeña mano en mi pierna y, al bajar la mirada, veo a Luna mirándome con una sonrisa traviesa. —Paaaap, ¿ya?— pregunta con su vocecita dulce, sus ojos grises, tan parecidos a los míos, brillando con entusiasmo. Luna está enorme, acaba de cumplir sus dos años y está más curiosa que nunca. Ahora mismo es mi mayor aliada. Me agacho para quedar a su altura y le acaricio el cabello. —Casi, princesa. Pero recuerda lo que hablamos,
EmmaDos meses después...El reflejo del amanecer pinta la habitación de tonos cálidos y dorados. Por primera vez en lo que parecen años, siento que puedo respirar con tranquilidad. Todo está en calma. La pequeña Luna duerme profundamente en su cuna, y el sonido suave de su respiración me recuerda todo por lo que hemos luchado.Acaricio su cabello con suavidad, inclinándome para besar su frente. Ella es mi fuerza, mi razón para enfrentar todo lo que pasó. A pesar del tiempo que ha pasado todavía tengo la imagen de Damián herido, pero victorioso, fijada en mi mente. No puedo evitar que mi pecho se apriete de emoción. Su coraje, su determinación… Todo lo que hizo, lo hizo por nosotras.Cada cosa que hizo hace que el rencor, la rabia y todo lo del pasado se vuelva polvo. Perdí demasiado tiempo guardando rencor y ahora estoy ansiosa de recuperarlo, de poder armar una vida con el hombre que amo, porque si: Lo amo y es algo que ya no pienso ocultar.Mucho menos cuando acabamos de comprar n
DAMIANMis ojos se quedan fijos en los de Jhon y por primera vez parece que puedo ver algo de humanidad en ellos, pero ya es demasiado tarde para arrepentimientos de su parte.Puedo recordar los golpes de Emma, las humillaciones que le hizo pasar y hasta solo unos días pude ver a Sofía empezar a vivir lo mismo, es solo cuestión de tiempo para que su hijo sea el siguiente.Sin eambrgo, no alcanzo a decirle nada de esto, porque antes de que pueda responder una rafaga de disparon nos rodea.Los refuerzos han llegado.Aprovecho su distracción para moverme hacia una mejor posición, pero sé que no tengo mucho tiempo, me levanto y busco a Tomas que está tratandod e salir.—¡Ríndete, Tomás! —grito de nuevo, mi voz llena de furia.—¿Rendirme? —su voz vuelve a surgir de las sombras, ahora más cercana—. No, Damián. Yo no soy como tú. Yo no me dejo manipular por emociones inútiles.De repente, aparece frente a mí, su arma en mano. Por un segundo, ambos nos quedamos inmóviles, evaluándonos mutuamen
DAMIANEl disparo retumba en el aire, seguido de un silencio que parece eterno. Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente pueda procesarlo, girándome hacia donde Rocco cae al suelo como si el tiempo se hubiese ralentizado. El grito de Emma a través del auricular se apaga cuando mi enfoque cambia completamente.La sangre de Rocco mancha el pavimento, y mis piernas se mueven antes de que pueda detenerlas. El caos estalla a mi alrededor. Personas gritan, algunos corren, y los hombres de Tomás se mueven como sombras en la periferia. Mi mente está en un torbellino de rabia, adrenalina y miedo mientras trati de legar a Rocco. Cuando lo alcanzo, está en el suelo, sujetándose el hombro con una mano, mientras la sangre mancha su camisa.—¡Rocco! ¿Estás bien? —me arrodillo a su lado, tratando de evaluar rápidamente la gravedad de la herida.Él me mira, su rostro contraído por el dolor, pero con una chispa de determinación en sus ojos.—Es solo el hombro, jefe —gruñe, intentando levantarse—. No
Hola cariñitos, primero que nada les agradezco por estar pendientes de mí. Quiero comentarles varias cositas, la primera es que como imaginarán los ingresos de la app no me dan para vivir de esto, por lo que tengo un trabajo aparte que me quita tiempo, razón número 1 por la que me demoro algunas veces en actualizar. He visto que han comentado que “Abandono” todas mis novelas o que la novela pasada sucedió lo mismo y recuerdo muy bien que la novela anterior se terminó, yo quise hacer unos extras de personajes secundarios pero lastimosamente todo acá debe pasar por editores y si no me aprueban y dan publicidad, pues no funciona y eso fue lo que pasó. Otra cosita más es que deben entender que igual que ustedes soy una persona HUMANA, que no soy un robot y escribir no es lo más sencillo, tengo un bloqueo y la nueva novela no tiene nada que ver. A parte he tenido la virosis de la grupo y los ánimos en el suelo, pero si esto hace que no me quieran seguir leyendo, entonces lo entiendo.
EMMAEl sonido de mis propios pasos parece ensordecerme mientras me muevo de un lado a otro en el salón. Mi mente es un caos absoluto, y cada minuto que pasa siento cómo la angustia me carcome. Sé que el plan está en marcha, pero no logro convencerme de que todo va a salir bien.Mis ojos se clavan en la puerta que Damián cruzará en cualquier momento. No puedo dejarlo ir sin decirle algo, sin recordarle que no solo está arriesgando su vida por venganza, sino también por nosotras, por Luna y por mí.El sonido de sus botas en las escaleras me sobresalta. Al verlo, mi pecho se llena de emociones contradictorias. Está vestido con un suéter oscuro y jeans, ropa sencilla que, irónicamente, lo hace parecer más peligroso que nunca. Su mirada es una mezcla de determinación y algo más... algo que no sé si quiero identificar.Se detiene al notar mi expresión, y su ceño se frunce ligeramente.—¿Estás bien? —pregunta con un tono que intenta sonar neutral, pero sé que está preocupado.—No —admito sin
Último capítulo