Kael. Tumbaron la puerta de mi oficina y me sobresalté. Damián estaba agitado, como si hubiera corrido un maratón. —¡Se han llevado a Celeste! —exclamó, con los ojos aguados—. ¡Fue ella! Dejé el lápiz de lado y me levanté con molestia. Empujé el escritorio para caminar hacia mi hermano y recibir información. ¿Se habían llevado a Celeste? —¡¿De qué hablas?! —Tensé la mandíbula. Damián tuvo que calmarse para poder hablar, porque sus jadeos lo hacían imposible. Mi corazón estaba latiendo salvajemente dentro de mi pecho, furioso por pensar en lo peor. —S-Samante se la llevó… —titubeó, con dificultad—. Llegué demasiado tarde. Se fue volando por el cielo con Celeste en sus brazos.—¡¿Volando?! —Lo estremecí agarrando sus hombros. En primer lugar, ¿por qué Samanta se había llevado a Celeste? Mis dientes estaban chocando. —Lo siento, Kael. Quise averiguar todo por mi cuenta y la cagué —Se lamentó, bajando la cabeza—. Hace poco vi a Samanta destruyendo los libros sobre maldiciones. L
Celeste. Me desperté con una jaqueca punzante en cada parte de la cabeza. Cuando iba a moverme, me percaté de que mis manos estaban atadas detrás de mi espalda y sobre el tronco de un árbol. Lo más loco era que ese árbol se adentraba en el interior de una cabaña descuidada y llena de múltiples objetos tirados por el suelo. Escuché que tenían una tetera ruidosa y vi a Samanta preparando café en una cocina improvisada que solo tenía una hornilla. —¿Quieres café? —me preguntó, sin voltear a verme—. Está hecho con granos recién cultivados. Había olvidado que los planté hace meses. —¿Dónde estamos? —Disculpa el desorden. No suelo venir mucho por aquí. Es mi lugar seguro cuando quiero alejarme de todos —expresó, con una sonrisa que me causó escalofríos. ¿Por qué me estaba hablando como si fuéramos las mejores amigas? ¡Esa loca me había secuestrado! —Me tienes amarrada, Samanta —mascullé, de mala gana—. No quiero café. ¿Qué me asegura que no lo has envenenado? Se echó a reír. —¡Bu
Celeste. Salí de la cabaña junto a Nolan y me frené al ver a dos lobos peleando entre ellos. Uno era negro como el carbón, con el pelaje brillante gracias a los rayos del sol. Se trataba de Kael, tenía los ojos llenos de ira. Por otro lado estaba Samanta, una loba de pelaje amarillo y orejas puntiagudas. Lo que más me sorprendía era que podía lanzar hechizos en esa forma, haciéndola más fuerte que una omega común. —¿Cómo demonios nos encontraste? —masculló Samanta. Había otro cuerpo sin vida cerca de ellos, supuse que era otro guerrero como el que lanzaron por la ventana hace un rato. Mi pecho picaba, porque la respiración la tenía a millón. Nolan me acompañaba, y arrugó el entrecejo al ver a su compañero muerto. —No puedo creer que los haya matado ella… —murmuró, cabizbajo. —¡Hay que ayudar a Kael! —Quise correr hacia él, pero Nolan me sostuvo la muñeca para evitarlo. Me obligó a mirarlo. —¡No! —Negó, molesto—. Mira cómo los dejó a ellos. Es imposible que Samanta le gane a K
Celeste. Desperté con un dolor de cuello tremendo porque me había quedado dormida en la silla de la enfermería, apoyando la cabeza sobre la camilla de Kael. Él seguía desmayado desde el día anterior, y me preocupaba que nunca más fuera a despertar. Me quedé toda la noche a su lado por la luna llena, él no merecía sufrir más. Lo miré con aflicción. Esas largas pestañas lo hacían ver atractivo, y su cabello largo estaba mejor cuidado que el mío. Cuando iba a tomar su mano, me asusté porque abrió los ojos poco a poco. —¡Kael! —Subí medio cuerpo sobre la camilla para darle un abrazo—. ¡Creí que nunca ibas a despertar! Empecé a llorar, dejé escapar ese nudo que se formó en mi garganta y mi voz salió en un hilo. Tenía mucho miedo de perderlo, porque mi corazón no dejaba de latir por él. Necesitaba a Kael. Ya me había acostumbrado a su presencia. Mis muñecas lo único que tenían eran unas vendas alrededor por el forcejeo que hice cuando estaba atada. Él lo notó, lo primero que agarró f
Celeste. El mundo a mi alrededor se desvaneció cuando mi boca se unió a la de Kael y empezamos con el intercambio de salivas. No me importó estar en la enfermería, igual estaba vacía. Para mí, solo existíamos nosotros dos, enredados en un torbellino lleno de emociones. Sentí que nuestros corazones latieron al unísono, y el calor de Kael era suficiente para derretir mi cuerpo. Era la primera vez que llegaba tan lejos con un hombre, mi cuerpo se calentó en cuestión de segundos. —No me detendré, Celeste —habló entre mi boca, el sonido de los besos era excitante—. Así que de una vez te pregunto, ¿estás segura de hacer esto aquí? ¿No prefieres una habitación? Me separé para agarrar aire y mirarlo a los ojos. Ya había empezado, ¿por qué quería dejarlo? Mi cuerpo estaba listo para él. En mi entrepierna se sentía el calor infernal que me provocó un simple beso. —¿Te arrepientes ahora? —Simplemente quiero que estés segura. Tampoco pienso abusar de ti como un imbécil —comentó, en un reso
Kael. —¿A qué se debe esta reunión repentina? —preguntó Oliver, mirando que Celeste estaba a mi lado. Decidí que ella estuviera presente, porque Sebas tenía una información importante acerca de mi maldición y cómo podía evitar el control de Scarlet. —Yo convoqué la reunión —El viejo Alzó la mano—. Quería estar seguro de mi descubrimiento antes de contarles. —¿Descubrimiento? —cuestionó Nolan. —Por cierto, ¿y eso que Celeste está con nosotros? —preguntó Marcela, viéndonos con picardía. Nos señaló—. Parecen marido y mujer. Agarré la mano de Celeste cuando la vi agachar la cabeza de forma tímida. Ella estaba avergonzada, porque sólo Damián sabía de nuestro vínculo al ser el más cercano a nosotros. Mi corazón se volvía loco al tocar su piel, sin importar el lugar. Me había enamorado perdidamente, no solo por el vínculo que nos conectaba, sino porque Celeste activaba una chispa dentro de mí. —Es mi luna —confesé, sonriendo con orgullo.—¡¿Qué?! —soltaron al unísono, llenos de sorpr
Celeste. Nuestro camino había culminado en un pueblo lleno de mujeres con ropa de época, era muy extraño. Nunca tuve que toparme con una bruja, así que me impactó ver que tenían aspectos femeninos notorios, y no narices puntiagudas, ni lunares prominentes en el rostro. —Vamos, una de ellas debe de guiarnos hasta su líder —comentó Kael. Sostuvo mi mano con ternura, y mi corazón se aceleró por completo al recordar el íntimo momento que tuvimos hace unos días. Pero, ¿qué éramos? ¿Luna y alfa? ¿Nada más? Sinceramente, yo quería oír palabras románticas de la boca de Kael, pidiéndome que fuera su novia. Claro que lo que hizo no estuvo mal, ya que me confesó sus sentimientos. —Kael —lo llamé por impulso, me tapé la boca cuando se detuvo. —¿Sí? —Frunció el ceño. —¿Q-qué somos? —cuestioné, directo al grano. Uff, cuánto valor tuve para decir esas dos palabras. Me quedé tiesa y quise que la tierra me tragara al ver su expresión confusa. —¿De qué hablas, Celeste? —Agarró mi mentón y ac
Celeste. —Dame tu mano —le pidió a Kael. El alfa estiró su brazo de mala gana al ver que Carolina tenía una pequeña navaja y la había limpiado con alcohol. Me preguntaba cómo la misma sangre de Kael podría evitar el control de Scarlet. Él arrugó la expresión cuando Carolina le hizo una raja en la mano. —Muy bien… solo tres gotas —indicó, con sumo cuidado de no pasarse. Le dio un trapo limpio para la herida, y yo me sentí inútil por estar mirando sin hacer nada. Me mordí el labio inferior. —¡Jala mata eternum! —Carolina gritó unas palabras que no entendí, y movió sus manos alrededor del frasco. Pronto, el agua se removió y mezcló todo como si fuera una licuadora, para al final escupir un humo gris producto de una pequeña explosión. —¿Qué fue eso? —Me asombré. —Es normal. Las pociones siempre hacen eso, significa que están listas —explicó con una sonrisa—. Ahora bebe. Le dio el frasco a Kael, quien veía el color rojo puro del agua con asco. A cualquier vampiro le hubiera enca