Celeste.
Estando en el patio de la cabaña de Kael, me encontré con Samanta. Ella se veía deprimida, sentada en una banca de cemento debajo de un gran árbol que aportaba sombra.
Me acerqué y notó mi presencia.
—¿Estás bien? —pregunté, sentándome a su lado.
—No sé cómo haré para olvidar lo que siento por Kael —resopló, llevando una mano a su pecho.
—Un rechazo puede ser algo muy fuerte y doloroso. Te entiendo completamente —Traté de regalarle mi mejor sonrisa—. Luther me hizo creer que me amaba, pero no fue así. Siempre estuvo jugando con mis sentimientos y yo no me di cuenta.
Ya no me afectaba recordar esa parte de mi relación con Luther, pero era un buen ejemplo para el problema de Samanta. Quería hacerla sentir mejor.
Me miró de reojo.
—Por lo menos te trató bonito, así haya sido fingido.
—No debes conformarte con migajas, Sam —la regañé—. Todas merecemos un amor bonito que nos cuide y valore.
—Tsk. ¿Por qué hasta ahora es que me buscas? —inquirió, un poco resentida—. He qu