Leo llegó a la casa de sus padres con la mente agitada y el corazón en un torbellino de emociones. La reciente noticia del escándalo que rodeaba a Gabriel y Eva lo consumía, y no podía sacudirse la sensación de que todo se le estaba escapando de las manos. Su madre, al verla entrar, se acercó rápidamente con una mirada preocupada.
— ¿Qué fue todo ese escándalo? — preguntó, frunciendo el ceño —. Parece que ahora Gabriel se ha enamorado de verdad.
Leo no respondió de inmediato. Se dejó caer en el sofá, sintiendo el peso de la decepción y la frustración aplastarla, pero no le mostraría eso a su madre. Solo sonrió. Miró al suelo, buscando las palabras adecuadas, pero no las encontró. Después de un largo rato, finalmente habló.
— Él vendrá a mí, mamá — dijo con una voz grave y decidida —. Y esa será mi oportunidad para arruinar de raíz su cuento de hadas.
Su madre se sintió aliviada por un leve segundo, pero luego su expresión se tornó seria.
— No crees que es muy extraño todo esto, ¿verdad