89. Fuiste un padre para mí.
— Sanadores, retirad esto y preparad agua tibia y vendas limpias — ordenó Alexander, esforzándose por mantener la compostura, por ocultar el impacto de lo ocurrido — Llevad a Rowan con su nodriza. Ha presenciado demasiado para un niño.
El chirrido de las vendas al desprenderse resonó en la enfermería como un latido lento y fúnebre. Dos sanadores retiraron la tela mancillada y se retiraron en silencio.
— ¡Pero yo quiero quedarme con papá! — protestó Rowan, observando a Alexander con el ceño infantilmente fruncido.
— Lo sé, amor — Isolde se arrodilló a su altura, rozando su mejilla con la suavidad de su pulgar — Pero papá necesita descansar. En un rato volverás a verlo, te lo prometo, mi cielo.
El niño vaciló un instante, luego se acercó despacio y rozó con sus labios la piel aún húmeda de Damián, dejando escapar un suspiro infantil. El padre entrecerró los ojos y, por un fugaz instante, las líneas de dolor y miedo se suavizaron en su rostro. Rowan se apartó, y sus pequeños pasos se apa