—Te amo —dice Fernando cuando entra en mí.
No puedo respirar, me falta el aire. ¿Cómo se atreve a decirme eso? Tengo ganas de llorar por la emoción que me genera estar con alguien como él y sentirme amada.
—Fernando… —respondo mentiras, me sujeto de él.
—Ámame, Tya —me suplica, mientras vuelve a entrar y mi cuerpo convulsiona de placer—. Quiero ser el hombre que ames por siempre. ¿Me darás esa oportunidad?
—Fer… —Llego a decir sofocada.
Amo a este hombre…
Amo estar con él…
Amo sentirlo…
Lo amo…
No quiero que me suelte, sé que debe irse, y no me imagino mi vida sin él de ahora en adelante. Sin embargo, a mi pesar, Fernando habla con su supervisor y, si sale esta misma noche, le reducen su tiempo de servicio a tres meses. Prepara sus cosas, que ya están en mi departamento, y lo acompaño al aeropuerto.
—Voy a extrañarte mucho —le digo, mientras lo abrazo.
—No más de lo que yo a ti —responde, y me besa en los labios con el mismo deseo que me mostró el primer día que nos vimos.
—Tendré el