Capítulo 42. El eco de las revelaciones
El silencio en la mansión era absoluto. Desde la partida de Rebecca, los empleados apenas se atrevían a hablar entre ellos. Edgardo permanecía encerrado en su oficina, sin comer, sin dormir, sosteniendo una copa de whisky con la mirada clavada en la nada.
Había estado día tras día intentando dar con su paradero, pero mientras más creía que avanzaba, siempre terminaba regresando al principio de todo. El dolor lo carcomía más que cualquier otra herida del pasado. Y, por primera vez en mucho tiempo, no sabía cómo actuar. Rebecca supo cómo esconderse de él, y no la culpaba. Él mismo había ocasionado todo esto cuando decidió no creer en ella.
Gabriel entró sin golpear. Su expresión era tensa, pero no desafiante. Cerró la puerta detrás de él y se sentó frente a su hermano.
—Estás cometiendo un error —dijo sin rodeos, Edgardo no respondió—. Yo también vi las fotos —continuó Gabriel—. Y no me convencieron. ¿Desde cuándo crees en algo así sin verificar? ¿Desde cuándo eres tan fácil de ma