Julieta
Mentí. Sí me gusta la vainilla, y necesito desesperadamente bañarme. Comida puedo soportar no tener. Una ducha, sin embargo, no es negociable. Soy, como, crónicamente limpia. Tal vez sea algo malo, pero me ducho dos veces al día, y a veces tres si sudo lo suficiente. Simplemente no soporto estar cubierta de sudor y mugre.
Ahora, con las partículas húmedas de moho y tierra del sótano pegándose a mi piel, junto con una abundante capa de sudor por el viaje hasta aquí, mataría por una ducha. Esa es la ficha de negociación de Venedikt, y es prácticamente lo único que funcionará conmigo.
—¿Estás lista? —pregunta Venedikt, colocando una nueva cámara sobre el trípode abollado y rayado frente a mí.
—Lista como nunca —respondo, llevando la mano al hombro mugroso para rascarme una comezón.
—Perfecto. Pareces de verdad. Terminemos con esto y te dejaré lavarte.
Dejo que mis ojos se llenen de lágrimas, imitando a las actrices de las películas que he visto. Solía pasar horas todos los días p