—…ina… ¡Nina!
La muchacha levantó la cabeza asustada cuando Kolya se arrodilló a su lado. Había estado más de una hora hablando con su hija, porque en aquel momento, Victoria era lo único que podía mantenerla en pie.
—Muñeca, tienes que comer algo —la apremió su hermano.
—Ya comí, Kol… me comí un sándwich…
—Eso fue ayer, nena.
Kolya puso en sus manos un pequeño vaso de café con leche y Nina se lo empezó a beber sin saborearlo siquiera.
—¿Qué se supone que le voy a decir a mi hija? —murmuró—. Sé que es demasiado pequeña para entender nada pero… ¿por qué siento como si tuviera que explicarle…?
—No pienses en eso ahora. Solo han pasado cuatro días, nada está decidido todaví