Capítulo 3: Fuera Máscara

Capítulo 3: Fuera Máscara

- ¿Qué…? pero… ¿Cómo pasó? – preguntó, con un nudo de pánico en la garganta.

- Su hijo es un desastre andante y se golpeó en la zona de juegos. Eso es todo.

- ¿Y el profesor a cargo? ¡¿Dónde estaba?! – la voz de Vanesa se elevó, teñida de ira.

- Mire señora, agradezca que le llame para avisarle – declaró de forma arrogante la mujer al otro lado de la línea.

- Que… hola… hola… - Vanesa miró con asombro la pantalla de su teléfono.

- Le recomiendo que vaya rápido – dijeron de forma indiferente terminando la llamada.

Vanesa estaba furiosa por esa actitud y al mismo tiempo entró en pánico.

Por puro instinto, por los ocho años de costumbre grabados a fuego, sus dedos temblorosos marcaron el número de Arturo. 

El tono de llamada sonó, monótono y distante, una, dos, diez veces… Nada.​ Solo el silencio ensordecedor del vacío.

“En serio. Ni siquiera en esto”

El pensamiento no era ya de rabia, sino de un hastío glacial. Colgó. No valía la pena el undécimo intento.

El hospital olía a desinfectante y miedo.

Vanesa corrió hacia el mostrador de urgencias, las palabras atascándose en su garganta. 

Justo entonces, vio pasar una camilla. 

Sobre ella, pequeño y pálido bajo la luz fluorescente, estaba Aarón, con un vendaje manchado de rojo en la frente. 

Un médico con bata verde caminaba a su lado.

- ¡Doctor!  –  logró gritar, alcanzándolos - Aarón Hughes… soy su madre. ¿Cómo está?

El médico la evaluó con una mirada rápida.

- La herida necesita puntos. No hay hemorragia cerebral aparente, pero debemos cerrarla ya.

- … - ella sintió que su corazón era estrujado al ver a su pequeño en la cama – ¿no tendrá ninguna secuela? Por favor doctor, sálvelo él apenas tiene 7.

- Tranquila señora, por favor, y diríjase a caja.

Esa palabra resonó, hueca, mientras veía cómo empujaban a su hijo hacia las puertas batientes del quirófano. 

Su corazón, ya hecho añicos, se estrujó un poco más.

Mecánicamente, fue a la caja y entregó una tarjeta.

- Perdón señora, esta tarjeta no tiene fondos – dijo la enfermera devolviéndole el plástico.

- Qué… pero…

Miró la tarjeta bancaria y el sonido se detuvo abruptamente.

“Esta es la tarjeta que él… ja… en verdad que soy una idiota” – pensó con amargura.

- ¿Tiene otra forma de pagar o quiere que le pase un pagaré?

- Perdón señorita, me confundí - mencionó aparentando vergüenza mientras entregaba su propia tarjeta. 

- Jeje descuide y tranquila, su pequeño está en las mejores manos – indicó la enfermera sonando comprensiva mientras le regresaba el plástico tras cobrar el gasto.

- Gracias.

Con la cuenta pagada, se fue a sentar a las puertas del quirófano esperando a que su pequeño saliera.

Mientras volvió a sacar su móvil para llamar nuevamente a su marido.

Esta vez la llamada fue contestada, pero…

- ¿Otra vez? Acaso no lo entiendes, Arturo no tiene tiempo para ti - escuchó la voz de Adriana al otro lado de la línea.

- … - Vanesa se tragó las palabras que deseaba decir en esos momentos y busco concentrarse en el tema importante – Aarón está en el hospital.

- Je… eso es nuevo, jamás pensé que usaras a tu precioso hijo para pedir dinero – comentó Arturo, aunque su voz sonaba algo lejos.

- En serio ¿vas a actuar de esa forma?

- Sabes que hiciste mal, así que no debes presionarme – indicó aburrido.

- De verdad ¿no te interesa lo que le pasó a nuestro hijo?

- Estoy molesto contigo y sabes que tus chantajes morales no me afectan.

- Arturo, yo no…

- Mi amor, ignórala y regresemos a lo nuestro – suplicó Adriana acompañada del sonido de sábanas moviéndose.

- Necesito que vengas al hospital, él está en cirugía y…

- Pues ya estás con él ¿o no?

- Si, pero…

- Pues ya está, deja que los doctores hagan su trabajo y no me fastidies – indicó terminando la llamada.

- Jeje que malo eres mi amor – comentó Adriana buscando ponerse encima de él para besarlo, pero éste la apartó con brusquedad - ¿amor?

- Espera – ordenó levantándose de la cama para hacer una llamada mientras una sonrisa divertida aparecía en sus labios – debo confirmar que mi pedido se hizo de manera correcta.

Lamentablemente ese momento de felicidad se esfumó al escuchar el reporte de esa persona.

- Eres una ESTUPIDA, PENDEJA… UNA SOLA COSA TE PEDÍ – gritó tomando la lámpara de la mesita de noche para arrojarla contra la pared.

- ¡AH! – gritó aterrada Adriana.

- Perdón señor… yo lo intente, pero ese niño… - se escuchó el grito lastimero de una mujer al otro lado de la línea.

- Tch… más te vale que te mueras o desaparezcas, porque si te vuelvo a ver haré de tu vida un infierno – indicó terminando la llamada mientras apretaba con fuerza su móvil.

- Mi amor… ¿estás bien? ¿Qué pasó? – preguntó la pelirroja, quien se notaba asustada al verlo tan alterado.

- CLARO QUE NO – gritó, pero busco calmar su ira al ver que la había asustado – tengo que irme.

- Pero…

- Debo ir a ver a mi esposa e hijo, te veo luego – declaró sacando de su cartera para lanzarle unos billetes antes de irse sin mirar atrás.

Adriana estaba con la boca abierta, porque no entendía porque pasó ese cambio tan radical en la actitud de Adrián.

“Maldita Vanesa, usar a ese bastardo para alejarlo de mi lado… disfruta de esta pequeña victoria, porque yo seré quien ría a lo último” – pensó apretando con fuerza los billetes que le dejó su amado.

Por su parte Vanesa decidió bloquear el número de su esposo, eso fue lo último.

Justo en eso las puertas del quirófano se abrieron de golpe dejando ver al médico salir seguido de la cama donde está su pequeño.

- Aarón…

- Tranquila señora, todo fue un éxito y su hijo está bien.

- Muchas gracias doctor.

- Por cierto, debe tener cuidado porque en este momento el menor corrió con suerte porque ese tipo de golpes pueden causar un grave daño cerebral, por suerte esta vez solo fue un raspón. 

- Lo sé y descuide, buscaré hacer que el responsable pague por sus acciones.

- Hm… ahora lo pasaremos a una habitación.

- Gracias.

Con eso lo siguió para ver cómo acomodaban a su pequeño para que descansara.

- Tranquilo hijo, aquí está mamá – mencionó ella sujetando una de sus manos – te prometo que pronto las cosas van a cambiar para bien.

Con cuidado acomodo esos mechones rebeldes en la frente de su pequeño.

“Descuida, mamá hará justicia por ti”

En eso la puerta de la habitación se abrió, dando paso a Arturo.

- … - Vanesa solo miro de reojo a su esposo, pero no le dirigió la palabra.

“Maldita sea… ahora actúa de forma digna y yo debo ser el imbécil patético que deba suplicar” – pensó furioso Arturo, pero busco calmarse y fingir arrepentimiento.

- Amor, yo…

- Quiero el divorcio.

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