No cederé p2

—¡La verdad es que espero un hijo tuyo!— grita como desquiciada y yo me carcajeo de su actuar.

—No quería llegar a esto, pero me has orillado, Erin— digo volviendo a mi asiento, tomando el folder que le entrego a su padre— . Ahí en ese expediente están todos los prospectos de yernos que debe buscar, señor Cadwell, cada uno de ellos puede demostrar fehacientemente que ha sido amante de su hija, mientras supuestamente estaba comprometida conmigo. Con el único que la respetó y jamás osó tomarla antes de estar casados—digo haciéndome el sufrido, mientras Erin se pone verde de la rabia—, pero como su hija es una puta libertina creyó que podría embaucarnos a todos y obligarme a contraer matrimonio con ella.

—¡Papi, eso no es cierto, yo… yo te lo juro que el hijo que espero es de él!—sí, está llorando como María Magdalena, pero su cara se vuelve a desfigurar al ver lo que saca su padre del folder.

—¡Ya cállate, Erin! ¿Hasta cuándo ibas a mentirnos? —dice Cadwell, cayendo como peso muerto en la silla al lado de mi padre, viendo cada una de las fotos que hay en el folder ¡Qué lindo! ¿no? — . A mentirme a mí que soy tu padre, el que te lo ha dado todo. ¿No te da vergüenza hacerme esto frente mi mejor amigo?

El pobre de Cadwell, arruga los documentos, se reincorpora y de la nada lo vemos acercarse a su hija.

«Creo que se me pasó la mano. Noup, se lo merece»

—John, por favor tranquilízate, no era eso lo que precisamente queríamos— dice mi padre, deteniendo la mano de su amigo que iba directo a la mejilla de Erin.

—Eso mismo era lo que yo quería padre—digo sin ninguna vergüenza—, desenmascararlos, pero veo que usted señor Cadwell no tenía idea de todo esto y me disculpo por pensar mal de usted— obvio, admito en que me equivoqué, no soy tan bruto.

—El que tiene que ofrecer disculpas soy yo, James. Y tú, maldita sabandija ve diciéndome quién es el maldito que te preñó por que si no.

—¡No estoy embarazada!

La cara de espanto del señor Cadwell y la de satisfacción de la mía no tienen precio, la había orillado a hablar y decir la verdad, una verdad que solo ella y yo sabíamos…

En la actualidad …

Estoy en mi sala de dibujo, terminando mi proyecto de doctorado, mi idea había nacido de un viaje que hice a Chile cuándo era un adolescente y conocí los palafitos de Chiloé y la verdad es que ese sueño de chiquillo por fin estaría puesto en práctica a través de la maqueta que estaba terminando. Cuándo el loco de mi hermano entró como un vendaval a mi templo, poniendo de mal humor de inmediato.

—¿Qué quieres Christian?

—¡Hermano, la encontraron!

Solté los últimos palos que debía colocar en mi maqueta y mi rostro cambió de inmediato, por fin la habíamos encontrado y la traeríamos a nuestra familia… su verdadera familia.

Dos días después…

Llegamos a Nueva York dos días después de que mi padre, por una coincidencia hermosa, encontrara a nuestra prima. Daniela era su nombre. Tenía su expediente en mis manos y leía cada uno de los antecedentes que obraban sobre ella, pero lo que más llamó mi atención era el increíble parecido con mi madre. Toqué su foto y recordé sus últimas palabras…

“Deben encontrar a Leonel, lo quiero ver antes de irme de este lugar”

Y por desgracia no pudimos cumplir con su último deseo, mi tío había fallecido años antes que ella, en un naufragio, pero mi padre nunca desistió en su intento de encontrar a su familia, nuestra familia.

Conocerla y no poder decirle quienes éramos fue otro tema que me molestó de todo lo que estaba sucediendo, entendía que ella estaba pasando por serios problemas, pero eso se solucionaría con tan solo que nosotros la reconociéramos o eso pensaba yo.

Bufé molesto en el pequeño despacho que había en la oficina que nos habían acondicionado los Scott, pero debía acatar los deseos de mi padre, ya estábamos cerca de ella y eso era lo que valía.

El día estaba por terminar y Rusell, un amigo del doctorado me invitó a una fiesta en su club, le pedí a Chris que me acompañara, pero no quiso, en su onda zen hoy no quería hacer nada y estaba echado en el sofá viendo por enésima vez Criminal Minds, comiendo palomitas.

Me despedí de mi padre y de mi hermano y tomé un taxi, era consiente de que bebería unas copas y quería seguir con vida, enfilé mi destino hacía el club que tenía mi amigo cerca de la quinta y Broadway.

Las luces de la ciudad comenzaban a transformarla en otra muy distinta, parecía que cobraba vida propia y eso era un tanto molesto para mí. No me gustaba mucho salir y me la pasaba trabajando en casa o en mi estudio, mi vida en Irlanda y luego en Inglaterra era absolutamente de paz y tranquilidad, en cambio aquí el sonido de los claxons y las luces por todos lados hacían que mi cabeza hirviera.

Llegué al mentado lugar y se me terminó de revolver el estómago al ver que el club era uno de BDSM.

—¡Mierda!— mascullé entre dientes y después de dar mi nombre acepté el antifaz que me entregaron.

—Mi ángel, bienvenido a mi humilde nidito del placer.

—Pudiste decirme de qué se trataba, Russel.

—Calla precioso, primera y gran regla del lugar, aquí no existen nombres solo apodos. Yo soy el Cuervo y tú serás mi ángel, ven que te voy a presentar a unos amigos.

Me llevó al segundo piso y si lo que vi en el primero me revolvió el estómago, lo que encontraría ahí me haría querer salir huyendo.

Me senté en una esquina y comencé a beber como un animal, para sacarme el mal sabor de boca que tenía, hasta que se apareció ella. Una pelirroja con las curvas exactas en su lugar, unas botas que le hacían ver más alta de lo que era y esos labios rojos que incitaban al pecado. Por primera vez en mi vida mi miembro se levantó y una erección enorme apareció entre mis piernas. Esto era simplemente de antología, pero todo se fue a la m****a cuando escuché que era dominatriz, sería un inexperto en el sexo, pero sabía lo que significaba y por supuesto yo no sería el juguete de nadie.

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