Capítulo 60
La copa de vino tinto tembló en los dedos de Georgina antes de estrellarse contra la pared de su lujoso salón de su casa. El vidrio se hizo trizas como sus expectativas, y el líquido escarlata manchó la pintura crema de la pared, dejando una marca tan salvaje como el rugido que salió de su garganta.
— ¡Malditos sean todos! —gritó con los ojos desorbitados mientras caminaba en círculos como una fiera enjaulada — ¿Cómo es posible que después de lo que hice hayan salido fortalecidos? ¿Cómo nadie está destruyendo a esa maldita perra?
Félix, quien estaba sentado en uno de los sofás de terciopelo ni siquiera se inmutó ante el estallido o las palabras de Georgina. Este llevaba horas escuchando sus lamentos, su furia, su histeria... y ya comenzaba a perder la paciencia. Sin embargo, no era el único que se encontraba en la misma situación.
Los padres de Irina, quieren estaban sentados más allá de ellos parecían diminutos. Don Hugo y la señora Rosario se encogían en sus asientos co