Alexander tenía preparado unos días románticos junto a su esposa.
Había trabajado con mucha intensidad antes del viaje para que Roger pudiera hacerse cargo de todo mientras él no se encontraba en la ciudad.
Tenía todo meditado y decidido.
Estaba enamorado de su esposa y se lo iba a confesar en ese viaje. Una vez que cumpliera con la soporífera convención, pasaría unos días con su esposa en la ciudad de New York.
Iba a hacer las cosas bien, el recuerdo de Rebeca cada vez era más difuso y si bien siempre la guardaría en su memoria como la madre de Nathan y Gabriel y por ser una mujer a la que amó mucho, Diana había conseguido lo que nadie más.
Su esposa había conseguido que él volviera a confiar en el amor.
Ella se merecía tener todo lo que anhelaba y él pensaba dárselo.
Volvería a pedirle matrimonio y en esa ocasión le daría la boda de sus sueños.
Aunque le prohibiría volver a acercarse a la cocina, todavía sufría dolores de estómago desde la última vez.
—Pero ¿por qué no podemos ir,