Cuando Nathan salió de la habitación, Diana quiso salir detrás de él y no quedarse con Alexander a solas.
El día ya había sido suficiente desagradable como para aumentar el malestar con una conversación incómoda.
—Diana, ¿puedes quedarte un momento?
Al parecer iba a ser imposible escaparse.
No se encontraba bien, era como si todo el estrés del día hubiera caído sobre su cuerpo dejándola sin fuerzas.
—La verdad quisiera marcharme y estar con los niños, no ha sido un día demasiado bueno para mí.
Alexander le tomó la mano, se la llevó a los labios y la miró atormentado.
—No tengo cómo agradecerte lo que has hecho por mi hijo, no hay dinero en el mundo que pueda pagar el riesgo que corriste para salvarlo y lo hiciste a pesar de estar enfadada conmigo.
—No sé por qué dices que estoy enfadada contigo, pero, aunque lo estuviera, una cosa es los problemas que nosotros tengamos y otra los niños. Siempre voy a protegerlos.
Alexander intentó acercarse a ella y Diana no pudo negarse, se dejó abra