Marcelo
Una semana después.
—Edward, amigo, gracias por aceptar. ¿Cómo iba a confiar en alguien más para que sea el padrino de nuestra boda? —le dije con una sonrisa.
—Con gusto, Marcelo —respondió él—. Aunque debo admitir que todo esto ha sido muy rápido. No me refiero a que quisieras casarte con Valeria, eso se entiende, sino a la fecha, ¿no te parece apresurada?
—Sí, me hubiera gustado que fuera una boda más grande, un verdadero sueño, sobre todo por Valeria. Pero la realidad es que necesito que ella esté incluida en los documentos de la nueva compañía, y esos solo quedarán listos un día después del matrimonio —le expliqué mientras me probaba trajes para la boda.
—¿Por qué haces todo esto? —preguntó, un poco confundido.
—Porque ella es la mujer de mi vida. Si no aseguro su patrimonio ahora, será mucho más difícil para ella hacerlo sola, dada su condición —Edward me miró, aún desconcertado, como si no terminara de entender. Quizá pensaba que sentía lástima, pero no era así. Solo qu