Eso me decía que iba a estar segura al lado de este hombre y que especialmente iba a ser capaz de apoyarme cuando nadie más lo hacía y por eso sentía que mi amor por él incrementaba con cada detalle.
—Te amo, Mateo Montessori. No quiero una vida lejos de ti, en serio que no —giré mi cabeza y lo miré de perfil —, por favor, no me alejes de tu lado.
—Eso nunca, mi amor —él sonrió —. Y yo te amo profundamente, te juro que siempre va a ser así. Incluso cuando mi corazón dé su último aliento, porque no te amo solo con este órgano, sino también con el alma.
Le di un beso y pronto los aplausos se detuvieron, nosotros salimos al pasillo y bajamos por las amplias escaleras que el teatro ofrecía. Mientras lo hacía, una mujer llamó mi atención; al acercarme pude verla mejor.
—No puede ser.
Aquella mujer se trataba de la persona que conocía a Kany, ella al cruzar mirada conmigo sonrió como si fuera un depredador que había encontrado a su presa.
—Vaya, así que nos volvemos a encontrar —ella alzó s