“Todavía no sé cómo salimos vivos de ahí”, murmuró Juniper, con la voz apenas por encima de un susurro.

Callum se puso de pie, con movimientos lentos pero decididos mientras cruzaba la habitación, con la mirada fija en ella. “No fue suerte, Juniper. Fuiste tú”. Su voz era firme, con un dejo de admiración; su presencia era una fuerza silenciosa en la habitación.

Se giró para mirarlo, con el corazón latiendo más rápido cuando sus palabras la impactaron más fuerte de lo esperado. El peso de todo —el caos, el peligro— los había unido de una manera que ninguno podía negar.

“No tienes que hacer esto sola”, dijo, sus palabras tanto para ella como para él.

La mirada de Callum se suavizó, su mano extendiéndose hacia la de ella. Cuando sus dedos se entrelazaron, una calidez se extendió entre ellos, una promesa hecha sin palabras. “Estamos juntos en esto”, dijo con firmeza, apretándola ligeramente. “Y no la voy a soltar. Esta vez no”. Juniper sintió que se le quitaba un peso del pecho, que las p