RICARDO:
El golpe seco a mis espaldas me hizo girar solo para ver a Victoria tendida en el piso. Corrí a levantarla y acostarla en la cama, mandando de inmediato a buscar al doctor. Este me preguntó si había tenido algún tipo de shock, pero respondí que no.
Entonces dijo que debía estar agotada y que la dejara descansar. Pero ella lloraba en su sueño, asustada, y no me soltaba la mano. La tenía agarrada, suplicándome que no la abandonara. Aquella súplica que salió entre sollozos no solo me inquietó, sino que abrió en mí una grieta que llevaba años ocultando. El médico no se quedó mucho tiempo, dejó unas indicaciones sencillas y salió de la habitación con rapidez, casi como si hubiera sentido que aquel momento no le pertenecía. La oscuridad de la habitación era solo interrumpida por la tenu