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Y se preguntarán ¿qué fue lo que el señor arrogante me dijo? Bueno, soltó de golpe que lo que sucedió el día de la reunión fue solo para ayudar a quitarme de encima al viejo rabo verde que teníamos como cliente.

—Le recuerdo que yo, en ningún momento, por ninguna circunstancia de la vida me fijaría en una persona tan inútil y desagradable como usted. Créame, que a mí me sobran  mujeres y ni loco me atrevería a que lo que pasó ese día, se convierta en realidad. Así que, no se haga ilusiones y limítese a hacer su trabajo.

Ah, y otra cosa. Le pido que se mantenga alejada de los clientes o posibles clientes de mis empresas, le recuerdo que aquí está usted como un aprendiz para trabajar, no para ligar. Le recomiendo que cada día, desde que ponga un pie en esta empresa deje afuera su vida de mujerzuela porque aquí dentro no le servirá de nada.

Él estaba muy enojado, sus fosas nasales lo delataban. Además del fuerte golpe que dio en la mesa, creo que su mano quedó sangrando después de eso. Su tono de voz era frío y cortante, sus hombros estaban rígidos y su mirada apuntaba directamente a mis ojos que lo veían estupefactos.

Mis sentimientos eran un caos, tristeza, rabia y dolor. Eso fue lo que sentí en ese momento, también me sentía indefensa, sola y estúpida. No contaba con un hombro en el cual llorar, no quería seguir siendo una carga para nadie. Pero para que eso suceda, tengo que superarme profesionalmente, pensé.

Y aquí estoy tirada en mi cama, salí de la empresa lo más rápido que pude luego de tranquilizarme en el baño. En ningún momento le había mencionado que yo estaba emocionada por lo que hizo, quizá su conciencia lo incrimina y sintió la necesidad de aclarar las cosas, pero aprovechó a lanzar su veneno.

Hace rato llamé a la secretaria de mi jefe y le informé que tuve que salir de emergencia porque se me presentó un problema de salud. Ella dijo que le comunicaría a mi jefe sobre mi salida repentina, aunque dudo que lo haga, ya que, al parecer a nadie le caigo bien en esa empresa. ¡Qué desgracia la mía!

Supongo que él ya notó que me vine, porque no me presenté a la reunión programada. Debe estar que echa fuego hasta por los ojos, lo conozco y sé que es un maldito ogro opresor conmigo.

Lloré y lloré en mi habitación como hace tiempo no lo hacía, lloré porque desde que tengo uso de razón, yo lo que he recibido son rechazos. El único que sabía apreciarme era mi padre, pero ya no está conmigo.

De ahí todos me rechazaban, hasta en el instituto. Pero esta vez, el maldito de mi jefe se había pasado de la raya. Él no me conoce, por lo tanto, no debería de juzgarme. Claro está que yo en ningún momento pensé que me había presentado como su novia ante el cliente solo para después humillarme de la manera en la que lo hizo.

Me sentía terriblemente mal, deseaba renunciar a ese lugar e irme a otra empresa, aunque fuera más pequeña y continuar la práctica. Pero creo que eso es imposible de resolver.

Después de pensarlo por unas horas, estaba decidida a continuar yendo, debía hacer caso omiso a los malos comentarios y humillaciones que recibía y luego me iría a formar mi propio bufete. Llamé a Carlos, mi amigo. Él es gay y se ha convertido en mi salvación desde que lo conocí, ambos nos entendemos, él también ha sufrido y nos apoyamos mutuamente.

Nos pusimos de acuerdo en encontrarnos en mi departamento mañana por la noche, ya que los dos trabajamos todo el día cuando no nos toca ir a la práctica profesional. Ya son las once de la noche y no he podido dormir, me siento cansada, mañana tengo que ir a trabajar a la tienda y tengo que estar muy concentrada. Por fin me pude entregar a los brazos de Morfeo y mi mente me dejó en paz.

Despierto por la madrugada y estoy temblando de frío, estoy bañada en sudor. Tengo fiebre, ¡Oh, no! solo eso faltaba, que me enferme y estando sola, hace tiempo que no me enfermaba, bueno desde que estaba viviendo con la señora Matilde y ella me atendía y cuidaba como una mamá debe cuidar a su hija. Más adelante les contaré un poco de mi vida pasada, es muy dura y me cuesta admitir todo lo que sufrí, pero me siento muy orgullosa de haber llegado hasta donde ahora estoy.

Me levanté como pude, por suerte siempre mantengo medicamentos por si alguna vez los necesito y al parecer esta es una de esas veces, tomé unas pastillas, me di un corto baño y me volví a meter a la cama con la esperanza de amanecer sana.

En ese momento, no imaginaba que una visita inesperada llegaría a cuidar de mí y pondría mi día patas arriba. 

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