Cárlenton no dice nada. Parece que ha comprendido mi molestia.
Pasan los minutos y yo me siento contenta porque me da gusto que por primera vez alguien venga a acompañarme a mi control y qué más bello que sea el papá de mi hijo. Aunque lo odio, pero su presencia me hace sentir segura.
Les juro que creí que mi hijo ni siquiera se daría cuenta de quién era su padre, porque ya había decidido no contarle nada acerca de Cárlenton, pero ahora, por asares del destino aquí estamos los dos ansiosos por saber el sexo de nuestro pequeño.
—Señorita Dayana, puede pasar.
Anunció la recepcionista.
Nos levantamos y él me toma de la mano para que entremos al consultorio. Nos recibe una mujer alta, de piel blanca y muy bonita, nos saluda, a mí me da la mano y a Cárlenton… a ese hijo de su madre le da un beso en el cachete.
Yo me les quedo viendo con una expresión seria en mi rostro, no entiendo la relación que hay entre ellos, pero al parecer es muy íntima.
¡Así qué, este estúpido me trajo donde una d