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Luna se puso nerviosa. Ese hombre insiste en que tiene que viajar, y, perder su trabajo por negarse a ir no es una buena opción, pero tendrá que hacerlo aunque le duela quedar sin empleo.

—Lo lamento tanto, pero yo no puedo viajar y mucho menos a tan larga distancia.

—No te preocupes, el helicóptero de la familia está a tu disposición para trasladarte.

—Es que… —¡Ay, Dios mío, cómo le digo que tengo dos hijos y no me puedo separar de ellos! —pensó la chica. —Yo no puedo ir porque estoy recién ingresada a la empresa, mejor busca a alguien que tenga más experiencia en esta rama.

—No te preocupes, tú no irás sola porque yo mismo te acompañaré. —Por favor hazlo, no pienses en Eduardo, hazlo por la empresa que te da de comer a ti y a muchos empleados.

—Dame unos minutos, tengo que hacer una llamada. —pidió la chica.

—¿U… una llamada?

—Sí, ¿por qué te extraña?

—¿Acaso estás casada?

—Algo así. —respondió ella con una sonrisa.

—Me alegro de que así sea, para que le des una buena lección a mi
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