Capítulo 54. La fuerza necesaria.
Ya al final de aquel día, Emma se quitaba los pendientes frente al espejo, con movimientos lentos, como si aún le costara soltar el peso que llevaba sobre los hombros. Detrás de ella, Liam se sacaba la camisa por la cabeza y la dejaba sobre el respaldo de una silla mientras se abría el cinto del pantalón.
Ella no pudo evitar mirarlo con deseo, detallando su torso perfecto y definido, marcado por músculos.
Aunque, al verlo a la cara, pudo descubrir su expresión cansada y sus facciones aún tensas por los problemas que los agobiaba.
—Te ves agotado.
—Lo estoy —admitió él, y se quitó los pantalones para dejarlos también en la silla—. Pero, más que cansado, estoy preocupado.
—¿Por lo que sucedió con tus suegros esta tarde?
El hombre suspiró hondo.
—No solo se molestaron porque no los dejamos llevarse a los niños de paseo, sino porque se enteraron de nuestro compromiso de la peor manera.
—No dieron tiempo a nada. Ellos siempre son así, llegan como una tormenta y se van de la misma manera.
—