Marissa se asomó al rostro de Lucas, observando cada detalle de su expresión antes de rozar sus labios con los suyos, suave, lento, como si ese gesto sellara una tregua. Lo envolvió con sus brazos en un abrazo cálido que hablaba más de esperanza que de certeza.—Lucas, no puedes seguir comportándote de esta manera delante de Richard y de esa chica, porque ellos ya son parte de tu pasado —declaró ella—. Por respeto a lo nuestro, tienes que olvidarte de ellos y enfocarte en nosotros, que es lo más importante en este momento.Lucas bajó la cabeza un instante, asintiendo, sintiéndose algo avergonzado pero también reconfortado por la claridad de ella.—Sí, tienes razón —admitió—. Eres mi novia, y por lo tanto, prometo que siempre te daré tu lugar.Marissa sonrió con dulzura, aliviada por su respuesta.—¿Sabes cuán feliz hace a una mujer que le des la razón?Lucas levantó una ceja, divertido.—Lo sé. Estoy enterado de ello... y lo estoy utilizando a mi favor.Ambos rieron en voz baja. La te
—Bueno, hice lo que pude para dormir —replicó Richard, con una mueca que intentaba parecer un gesto de humor, pero que se perdía en la incomodidad de su estado.—Por eso yo debí quedarme contigo anoche —alegó Marfil—. Para asegurarme de que pudieras descansar bien.Richard la observó en silencio por un momento y luego negó suavemente con la cabeza.—Mucho menos iba a poder descansar si sabía que estabas aquí —respondió con la honestidad que lo caracterizaba—. Iba a estar muy consciente de lo incómoda que estarías en esta habitación. No quería que pasaras un mal rato por mi culpa.—Tienes que acostumbrarte a tenerme a tu lado también en las malas —dijo ella con determinación—. Porque te voy a acompañar y te voy a apoyar también en las situaciones difíciles. Si tú de verdad quieres que yo sea tu esposa, Richard... tienes que dejarme apoyarte. ¿Lo entiendes?Él se quedó callado por unos segundos y la miró como quien se da cuenta de que quizás no merece tanto.—Sí... tienes razón —declaró
Pero su madre, la señora de nombre Mariela Morgan, no aceptó aquella respuesta tan fácilmente.—¿Cómo puedes decir que no fue nada grave? —rezongó—. Mira nada más cómo te dejaron. La pregunta cayó como una piedra en el silencio. Marfil contuvo el aliento, ella sabía la verdad y Richard también. Y ambos sabían lo que esa verdad implicaba. Porque si Richard decía el nombre de Lucas, si revelaba que había sido su mejor amigo quien lo había dejado en ese estado lamentable, no habría vuelta atrás. Su madre, su padre, moverían cielo y tierra para destruirlo. La familia de Richard no perdonaba. No toleraban agravios. Y Lucas, que provenía de un entorno más modesto, no tenía forma de protegerse de la avalancha que vendría sobre él.El padre de Lucas perdería su trabajo, aunque nada de esto hubiese sido su culpa. El propio Lucas sería expulsado de la universidad sin compasión, manchando su nombre, arruinando su futuro. Y todo porque una familia poderosa, herida en su orgullo, no tendría pieda
—¡Esto es inaudito! —soltó Mariela—. Mi hijo no es quien debería estar en la cama de un hospital. Ese hombre tiene que pagar por lo que te hizo. ¡Tiene que recibir lo que merece!—Mamá, por favor, olvida este asunto, ¿quieres? —gimoteó Richard.El rostro de Mariela se tornó sumamente enrojecido por la ira que hervía dentro de ella, una rabia tan profunda que la hacía temblar de la cabeza a los pies. —¡¿Por qué le estás restando importancia?! —cuestionó—. ¡Cada acción tiene sus consecuencias! Entiendo que seas piadoso y que no guardas rencor, pero las malas personas merecen ser castigadas. La agresión es injustificada y tú no has hecho nada para merecer esto. Ese sujeto podría ser un psicópata, y si no lo metemos en la cárcel, podría volver a acercarse a ti. Es probable que no tengas tanta suerte la próxima vez. Podría terminar asesinándote.Richard suspiró. Sabía que no había manera de tranquilizarla cuando se ponía tan alterada, pero su madre seguía lanzando palabras con la furia de
Marfil intentó disimular su sorpresa tras escuchar las palabras que Richard había pronunciado con tanta naturalidad. Que la llamara su novia era una afirmación que no dejaba de ser precipitada. Entre ellos no existía aún ese lazo formal, pero ella, consciente de la gravedad del momento y del carácter de Mariela, no quiso contradecirlo. Sabía que desmentirlo frente a su madre sería como arrojar a Richard a los lobos. Así que tragó su incomodidad, forzó una serenidad que no sentía y simplemente guardó silencio, aceptando la definición que él había impuesto, más por necesidad que por certeza.Mariela entrecerró los ojos, desconfiada, como un ave de presa que estudia cada movimiento de su víctima antes de lanzarse. Ladeó apenas la cabeza, como quien necesita tiempo para procesar lo que ha oído, y luego preguntó con una aspereza apenas velada.—¿Cómo dices? ¿Tu novia?—Así es, mamá —respondió Richard con firmeza, sosteniendo la mirada de su madre, sin permitir que su voz titubeara ni un in
Marfil se quedó atónita al otro lado de la puerta, con la espalda apoyada contra la fría pared, incapaz de comprender del todo lo que acababa de suceder. La dureza de aquel recibimiento la había dejado aturdida, como si una parte de ella aún estuviera dentro de la habitación, congelada bajo la mirada inquisidora de Mariela.Jamás había planeado conocer a los padres de Richard en esas circunstancias. En realidad, ni siquiera había imaginado que ocurriría tan pronto. Y mucho menos que Richard anunciaría ante su madre que ella era su novia, como si no existiera en el mundo ninguna razón para ocultarlo, como si para él fuera tan sencillo y natural como respirar. Porque Richard, en su nobleza, nunca se había detenido a medir de dónde provenía Marfil, nunca le había importado si ella no llevaba un apellido ilustre ni si su linaje no brillaba entre los grandes nombres de la sociedad.Pero Mariela era distinta. Mariela era una mujer forjada en la importancia de las apariencias, en el peso de
Mariela se puso de pie de sopetón, con su rostro enrojecido por la indignación y sus ojos relampagueando de ira, como si las palabras de Richard hubieran sido una bofetada directa a su orgullo.—¡De ninguna manera! —exclamó, casi gritando—. ¡Qué estupidez es esa, Richard! ¡Yo no lo voy a permitir jamás! ¡Seremos la burla de todo el mundo! ¡La burla! ¿Entiendes lo que eso significa? ¡Si decides casarte con una mujer que no vale absolutamente nada, estaremos en boca de todos!—Mamá, no hables así de Marfil. Y ya te dijeron que no debes alzar la voz aquí —declaró Richard—. Tú no conoces a Marfil para nada, ella es una excelente mujer y me lo ha demostrado.—¿Ah, sí? —dijo, enarcando una ceja—. ¿Y cómo exactamente te lo ha demostrado? ¿Desde cuándo la conoces? ¿Desde cuándo me has estado ocultando todo esto, Richard? Richard respiró hondo, sabiendo que cada palabra que dijera solo iba a echar más leña al fuego, pero aún así decidido a no retroceder ni un paso.—Yo ya soy un hombre adulto
Richard negó despacio con la cabeza, como si cada palabra de su madre fuera una piedra que debía apartar del camino.—Mamá, a Marfil no le interesan esas cosas —respondió con una calma que parecía nacer de lo más profundo de su convicción—. Marfil me quiere a mí. Y aún si yo no tuviera el dinero que ustedes me dieron, aún si todo se desvaneciera y yo quedara sin nada, ella seguiría a mi lado. No está conmigo por lo que poseo, está conmigo por lo que soy.—¿Y cómo puedes estar tan seguro de eso? —preguntó con los ojos entrecerrados, como si buscara penetrar en la mente de su hijo—. ¿Cómo sabes que no está jugando el papel perfecto, el papel de la inocente, del alma pura que no codicia nada? ¿Cómo sabes que en el fondo no es como todas las demás, sabiendo perfectamente que eres el heredero universal de todo lo que poseemos tu padre y yo? Richard, no seas ingenuo. Esa chica no puede ser tan inocente. Ella sabe exactamente lo que haces, lo que representas, y lo que puedes ofrecerle. Te ha