Mi hermano Dan era todo lo que estaba bien en mi pequeño mundo. Él era valiente, tenaz y no le tenía miedo a nadie. Mi hermano era mi héroe, mi mejor amigo y la única persona a la que le importaba. Aquellas veces cuando no comía lo suficiente, él no dudaba en darme parte de su comida diciendo que ya estaba satisfecho; o aquellas veces que no sabía cómo hacer una tarea, él intentaba ayudarme. Aunque al final, las maestras me reprobaban porque ninguno de los dos sabíamos qué diablos estábamos haciendo.
A Dan todos lo amaban y querían. El gran terror de las mujeres. Era imposible que encontrases a alguien que lo odiase o le cayese mal, incluso a los que lograba engañar con sus tretas para ganar algunos dólares, los terminaba convenciendo de que les pagaría en un futuro con su encanto. Suponía que era porque los adultos se compadecían de su situación, de nuestra familia.
Éramos los hijos de Adela, una de las prostitutas adictas del barrio, y Dan me había criado prácticamente. Él pudo habe