Intento con todas mis fuerzas golpear al tipo que lastimó a mi hermano, pero apenas le puedo pegar, el segundo me quita el bate con agresividad, y me carga lejos de este. No me quedo quieto, lucho con todo lo que tengo dando patadas y gritando que me suelte. No me suelta. El otro está hablando con alguien al celular en una esquina.
Adela va corriendo a donde está Dan, tirado en el suelo quejándose del dolor. Apenas se puede sentar.
—¡No tienen que usar la fuerza! ¡Ya les firmé los papeles! ¡Lárguense! — menciona ella intentando tocar a Dan.
Mi hermano no se deja tocar, le mira con un gran asco.
—¿Firmaste los papeles? ¿Por cuánto vendiste a tu hijo? — cuestiona sonando traicionado.
—Podremos mudarnos de esta pocilga, hijo. Tu hermano vivirá en una mansión. ¿No te das cuenta que a todos nos conviene? — asegura ella apasionada.
—¿A todos o a ti? ¡Damián me necesita! — le grita Dan.
—Y lo podrás seguir viendo, no lo están secuestrando idiota — agrega Adela, ve desesperada a donde estamos